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Los atrasados en la industrialización




1 La periferia europea
Durante la segunda mitad del siglo XIX, el crecimiento industrial en los países más adelantados tiene un efecto de arrastre sobre el resto de Europa a través de varios mecanismos. El primero es el comercio internacional, que entre 1820 y 1880 ve multiplicarse su volumen por nueve, dos terceras partes del cual corresponden al comercio intraeuropeo. Este crecimiento se debe en buena medida a la especialización (división internacional del trabajo): la demanda creciente de alimentos y materias primas de los países industrializados favorece las exportaciones y la entrada de divisas en los países más atrasados; los países industriales a su vez venden manufacturas y maquinaria, lo que permite a los atrasados acceder a nuevas tecnologías de producción. Además, se produce unacreciente exportación de capitales desde los países industriales, que llevan a la promoción de empresas extractivas, industrias de transformación, redes de transporte y servicios públicos.


En este proceso se advierten varios modelos de crecimiento industrial: por una parte el de aquellos países, como Noruega, Suecia, Dinamarca, y Holanda, que aprovechan su situación geográfica y/o la disponibilidad de recursos primarios demandados por los países industriales -avena, madera y hierro en el caso de Suecia, recursos forestales y pesqueros en Noruega, alimentos en Dinamarca y Holanda-, que les permiten obtener recursos para invertir en industrias de transformación. El ritmo de crecimiento de estos países se apoya en cambios institucionales, que favorecen las transformaciones agrarias en beneficio de una capa de pequeños y medianos agricultores que orientan su producción hacia el mercado. Se trata en la mayoría de los casos de países pequeños en términos de población (aunque no en densidad, caso de Holanda), lo que podría generar más incentivos para abrirse a mercados exteriores. Otro importante factor común a estos países es la existencia de un alto nivel de alfabetización entre la población, lo que facilita la transmisión de conocimientos y la oferta de trabajadores especializados. El crecimiento se acelera desde mediados del siglo y mejora sensiblemente el nivel de renta per cápita de sus poblaciones, hecho que contribuye a incrementar el mercado interno, y a fomentar el sector secundario con el apoyo del capital extranjero (tabla 7.6).
Frente este modelo se encuentra un gruoformado por los países mediterráneos y del Este de Europa, caracterizados por:
• estructuras agrarias atrasadas (pese a las reformas agrarias) y agriculturas poco productivas;
• mercados internos a menudo amplios (por volumen de población), pero compuestos en buena parte por campesinos pobres que generan una escasa demanda efectiva de bienes y servicios.
pobre formación de capital a nivel interno, lo que lleva a recurrir a inversiones extranjeras.
fuerte atraso tecnológico y carencias de capital humano.
comercio exterior propio de países atrasados: exportan bienes de poco valor añadido (productos agrarios o materias primas) e importan los de alto valor añadido (maquinaria, manufacturas) y capitales.
En estas condiciones, un rasgo común a todos estos procesos de industrialización fue, como señaló Gerschenkron, el papel del Estado como sustituto de la iniciativa privada en la promoción industrial. El problema era que la capacidad de intervención del Estados en estos países se veía minada por la pobreza de la base fiscal, especialmente si, como era habitual, la pervivencia de clases muy poderosas de terratenientes, a menudo nobles, impedía reformas fiscales que gravasen de forma eficaz la principal forma de riqueza: la tierra.
El Estado, entonces, deseoso de promover la industrialización pero privado de recursos económicos, a menudo intervenía más por la vía de la legislación (se cumpliera o no) que la de la inversión. Quizás por eso también fue habitual en estos países una fuerte orientación proteccionista, que pretendía favorecer un proceso de sustitución deimportaciones.
Otro rasgo muy marcado en estos países fue el dualismo económico, con economías dominadas por agriculturas muy atrasadas, que siguen creciendo por vías extensivas (cuando crecen), con unas actividades industriales reducidas a pequeños enclaves, favorecidos por la dotación de recursos mineros, los lazos con otras economías o la protección del Estado.
La principal diferencia entre los modelos de la Europa del Este con respecto al mediterráneo radica en el grado de atraso de sus agriculturas. En la Europa Oriental, donde pervivió la servidumbre hasta fechas muy tardías (empezó a abolirse a comienzos del XIX, pero Rusia no lo hizo hasta 1861), la transformación de los campos se demoró más, con ella la industrialización. En la Europa mediterránea, en cambio, las reformas agrarias del XIX fueron algo más tempranas y afectaban a campesinos libres (aunque a menudo igual de pobres que los siervos)

El ferrocarril: shéroe de la industrialización?
La locomotora, una máquina de vapor sobre ruedas que se desplaza sobre raíles fabricados en los nuevos hornos altos, parece representar allí donde llega el espíritu y la fuerza motriz de la industrialización. A su paso, el mundo cambia. Y es cierto en muchos sentidos, pero la evaluación de sus efectos económicos es algo más compleja. Entre otras cosas porque sabemos que muchas de las compañías ferroviarias acabaron generando pérdidas en muchos países (pues los beneficios de explotación no justificaban los enormes costes de construcción) y que muchas líneas mejoraron la velocidad pero no el volumen de las mercancías transportadas (bienporque resultaba caro, bien porque no había suficientes mercancías que transportar).

Los efectos del ferrocarril sobre la economía, como los de otros sectores, pueden dividirse en:
Encadenamientos hacia atrás (backward linkages) que representan los efectos que la construcción y explotación del ferrocarril ejercía como demandante de bienes y servicios: hierro para la construcción de raíles y maquinaria, madera para traviesas, trabajo para desmontes y mantenimiento de las líneas, etc. Estos efectos son los más fáciles de valorar, a partir de las cuentas de las compañías.
Encadenamientos hacia adelante (forward linkages), los efectos sobre los sectores que se benefician de los servicios que el ferrocarril oferta, son más difíciles de valorar. Los ahorros en tiempo de transporte, ganancias en seguridad, ahorros en el coste del transporte (que deben tener en cuenta las tarifas), los efectos de la rapidez de las noticias sobre los costes de transacción, los beneficios para los consumidores de un acceso a alimentos más baratos, etc. son mucho más difíciles de cuantificar.
Uno de los intentos más serios de valorar esos encadenamientos hacia delante de los ferrocarriles fue el cálculo del ahorro social, aplicado inicialmente a Estados Unidos por el que luego fuera premio Nobel, Robert Fogel. La idea era medir la diferencia de costes un año suponiendo que no existiese el ferrocarril, y que las mercancías transportadas por tren lo hicieran por los medios alternativos más eficientes existentes en el momento (canales, caminos, ríos o cabotaje). La diferencia, comparada luego al PNB, era lo quedenominaba ahorro social. Las conclusiones iniciales de Fogel fueron que el ahorro social en EE.UU. (donde las distancias eran enormes y por tanto cabía presuponer que las ventajas del ferrocarril serían importantes) resultaba muy modesto. Fogel concluía era que sin ferrocarril el crecimiento económico apenas se habría retrasado un año.
Los cálculos de ahorro social se repitieron luego para otros países (España entre ellos), dando lugar siempre a un fuerte debate, tanto por la complejidad de las estimaciones y supuestos necesarios para alcanzar la cifra, como por sus mismas conclusiones. La principal ventaja de estos debates radica en avivar el debate sobre el papel de ferrocarril, que si probablemente no fue el héroe aún vive en la imaginación popular.
En estas circunstancias, buena parte de la población sigue siendo rural, ya que el raquítico sector industrial no ofrece oportunidades para emigrar a las ciudades, y la alternativa en épocas de penuria (como las que vendrán a partir de fines del XIX) será la emigración, como lo refleja la gran masa de emigrantes que llegan a América desde el Sur y Este de Europa en las últimas décadas del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Si los flujos de capital revelan dónde se halla la riqueza, los flujos de hombres no son menos significativos.
2 El crecimiento económico en Rusia durante el siglo XIX
Rusia es el país más extenso y poblado de Europa a comienzos del siglo XIX. Hasta 1861 sus estructuras económicas y políticas eran típicamente feudales. La población era abrumadoramente agraria y rural, la mitad sometida a servidumbre, conun peso minúsculo de la vida urbana y la industria. Las grandes distancias y los deficientes sistemas de transporte hacían caros los intercambios, de ahí la escasa integración del mercado interior, compuesto además por una población de bajo nivel de renta, ligado a economías de subsistencia. Las actividades artesanales quedaban reducidas principalmente al marco de las aldeas y satisfacían la demanda de los campesinos. Desde el siglo XVII, la consolidación del Estado ruso fue acompañada de un proceso de expansión territorial hacia el sur y el este con la formación de colonias en Siberia y Asia Central. Intentos de modernización se produjeron bajo el reinado de Pedro I y Catalina II, que incorporaron técnicos extranjeros para establecer manufacturas con las que dotar al Estado de productos para la Corte y para el ejército, aplicando políticas mercantilistas de promoción industrial.
Durante el siglo XIX la población conoció un extraordinario impulso, a lo que contribuía la abundancia relativa de tierra y la dedicación de la familia campesina a actividades artesanales complementarias, en el marco de industria rural difusa (kustar). El modelo familiar se caracterizaba por una muy temprana edad del matrimonio de la mujer (16 años), lo que redundaba en un largo periodo de fecundidad marital y altas tasas de fertilidad (7,6 hijos por mujer, cuando en el resto de Europa rondaba los 5). La elevada mortalidad, sobre todo infantil, se compensaba con las altísimas tasas de natalidad resultantes, generando un crecimiento vegetativo


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