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Bases politicas de la nueva republica hasta 1931



Al estudiar los aspectos económicos de la Venezuela colonial hasta las primeras dé­cadas del siglo XX, nos damos cuenta como surgieron los grandes caudillos: quienes se erigieron en dirigentes políticos sobre la base económica que venían detentando co­mo dueños de los grandes latifundios.

'El caudillismo venezolano se hace visible propiamente en el siglo XIX cuando, abatido por el cataclismo bélico, desaparece el dique de contención que era el poder del soberano. La guerra encarnizada y larga, abre paso al caudillo a través de dos efec­tos: primero, resucitando la escala axiológica de la fase inicial —Descubrimiento y conquista—, la cual sitúa en el punto mas alto a los valores de la fuerza, la rusticidad y vehemencia De nuevo se imponen los hombres 'valientes', los 'guapos', la gen­te de 'garra y coraje'. En segundo término la destrucción general ocasiona una nota­ble pérdida de la población, incluida en ésta sectores directivos; la necesidad de llenar el 'vacio' facilita al caudillo ocupar el liderazgo que resulta vacante'.



. .'El caudillo es el nuevo dirigente; es una potencia incuestionable, síntesis huma­na de poder material —físico, económico, social—, aureolado con la magia del 'pres­tigio' de su inefable proyección carismatica. Autoritario/elemental y arbitrario, de cualidades positivas y negativasconfundi­das, es capaz de obrar prodigios en la vida social Existe una copiosa literatura en torno a las raíces del caudillismo Con mucha frecuencia se ha insistido en un determinismo que presentaría el caudillo co­mo derivación forzosa de los componentes raciales del pueblo venezolano; sucesor a la vez del cacique aborigen, del conquista­dor hispano y del régulo africano. Se le ha visto igualmente como una telúrica expre­sión 'tropical' y como una calamidad que se debe únicamente a un estado social de ignorancia e inmadurez. También, dentro de un rígido materialismo, se le ha estimado sólo como exponente de una concreta moti­vación económica, consecuencia inexorable de un sistema de producción 'feudal' que se conservó intacto en el paso de la Repú­blica. . . Respecto a la labor del caudillo, mayormente negativa, se advierten en ella dos acentuadas fallas: una ética y otra inte­lectual. La primera, es la crisis de verda­dero patriotismo y el empeño en sustituir a éste,., . por el mas burdo egoísmo; defi­ciencia moral es su nunca satisfecha rapa­cidad y la inclinación irresistible al autocratismo arbitrario y corruptor En cuanto a las luces, el caudillismo acusa evidente penuria mental cuando se niega a percibir la Patria grande, obnubilado por la aldea y también cuando desprecia, por impropia de 'macho' y de 'jefes', a la culturacomo calidad del espíritu Cerca del caudillo nuestro, hay casi siempre un consejero o una camarilla de civiles, escritores, prestos a traducir a la prosa jurídica los caprichos del Jefe y hasta inspirarle ciertas fórmulas políticas Tan avasallador sera el caudillo que su 'concepción' política orientara a los Congresos y cuerpos legislativos, los cuales no se atreverían a contradecirlo y, por el contrario, ajustaran su desempeño a la men­talidad y a las conveniencias utilitarias y de vanagloria de aquél Del caudillo al autó­crata, el camino en paralelo al que antes fue del señor feudal al soberano absoluto. El mas fuerte, fiero y habil se impone a los otros, los subordina y deviene dueño de la República. Su estilo y su método pueblerino o parroquial seran su estilo y su método de gobernante 'nacional', él no conoce otros, ni esta dispuesto a aprender El poder caudillista descansa sobre un tripoide retador: económico, social y político. Al convertirse en sucesor de conquistadores, repartidores y encomenderos se afianza so­bre las -tierras, la muestra mas concreta y común de la riqueza. De este modo ci­mienta sus fuerzas sobre el latifundio y so­bre la explotación a la usanza tradicio­nal , de las masas desposeídas de siem­pre. Estas constituyen la base social del po­der caudillista, asi en las haciendas comoproductoras, en las ciudades como consu­midoras de sus monopolios. . . Políticamen­te, el poder del caudillo reposa en su con­junción íntima con el militarismo, con el cual se identifica y se confunde. Si llega al mando, la tropa sera la garantía de la per­petuación y razón contundente por su ejer­cicio tiranico o liberal Al debate político lo sustituye la querella de los hechos san­grientos; los pretextos, siempre, renovados aunque siempre los mismos, sirven igual pa­ra el cambio que para el no cambio; jamas el soldado humilde alcanza a ver de cerca las banderas por las cuales da su vida; por no ser nunca resueltas, sus aspiraciones son mantenidas siempre refrescadas pero lejanas en el horizonte de las ilusiones populares. El caudillismo hace del jefe guerrero e capataz o dueño de la República. Bien clara y contraria es la enseñanza del Libertador:

'El soldado no es el arbitro de las leyes ni del: gobierno; es el defensor de su libertad. Sus glorias deben confundirse con las de la República y su ambición debe quedar satis­fecha al hacer la felicidad de su país. El sol­dado no debe deliberar y desgraciado el pue­blo cuando el hombre armado delibera'.

.. .'Paez, el mas típico, bosqueja la si­lueta caudillesca describiéndose a sí mismo, dice de sus llaneros: 'Yo logré atraérme­los; conseguí que sufrieran, contentos y su­misos,todas las miserias, molestias y es­caseces de la guerra. Me obedecían gusto­sos y me querían como a padre'. Paez des­cribe su milagro '¿Quién creyó jamas que aquellos hombres, por algunos escritores calificados de salvajes, acostumbrados a ve­nerar el nombre del rey como el de una di­vinidad, pudieran jamas decidirse a abando­nar la causa que llamaban santa para seguir la de la patria nombre que para ellos no te­nía significación alguna? ¿Quién creyó, en­tonces, que fuera posible hacer comprender a hombres que despreciaban a los que no podían competir con ellos en la tuerza bru­ta, que había otra superior a ésta, a la cual era preciso someterse?' El caudillo se atri­buye haber inspirado a los llaneros, 'al mismo tiempo amor a la gloria, respeto a las vidas y propiedades y veneración al nombre de la patria' 'No tenía mucha fe en el patriotismo de aquellos hombres que sólo me acompañaban y habían tomado servicio por simpatía hacia mí'. La distor­sión de las perspectivas, por exagerado des­pliegue de sus tendencias autoafirmativas, es una característica caudillista; su egocen­trismo hace olvidar a Paez; en la adhesión de los llaneros cuenta mucho la promesa de tierras y bienes que les hizo, punto tan importante que, en su oportunidad, la rati­ficación de esa oferta es la única condición que él pone a Bolívar para acatar su auto­ridad.


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