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Aristocracia y cacao - antecedentes y premisas de laeconomía cacaotera



Como lo demuestra la evolución de la historiografía americanista en los últimos diez años, la insistencia en la historia social y particularmente en la de las élites contempla, en la mayoría de los casos, el período  conocido como el de la 'revolución en el gobierno', según la caracterización de Brading. A ese respecto, la naturaleza de los detentores de la riqueza y del poder en la provincia de Caracas — tal sería la definición mas amplia del término élite —, una aristocracia criolla por excelencia, justifica un estudio en la larga duración de su formación y de su desarrollo. El siglo XVII se caracteriza, en efecto, en el conjunto de América Latina, por dos fenómenos conexos: la aparición de las economías regionales y la articulación de un mercado interno regional o interregional. Tal es el caso de la gobernación de Venezuela, en cuyo ambito territorial (la entidad administrativa y política Venezuela no existe sino hasta 1777) se da un modelo peculiar de crecimiento, realizado en torno de un producto 'clasico' de exportación, el cacao. Se inicia en el último tercio del siglo XVI en los valles cercanos a Caracas y en el litoral central para alcanzar en el siglo XVIII su maximo desarrollo, al vincular los destinos de lo que se puede definir como una región económica al flujo del mercado cacaotero, tanto indiano como metropolitano, el cual incide en sumo grado en la conformación del llamado mercado interno.




De ahí el interés que hay en estudiar en componente y la resultante social deeste tipo de proceso, los 'grandes cacaos' o aristocracia mantuana, en función de ese elemento clave que es para la economía colonial de Venezuela el cacao, en cuanto factor económico unificador de la futura entidad política que evocamos anteriormente. En esta perspectiva se adoptara un enfoque cronológico, considerando en primer lugar los orígenes de la economía cacaotera y sus premisas (régimen de la encomienda, importación de mano de obra esclava) en el período comprendido entre los años 1580 y 1620 aproximadamente; elementos que nos llevaran a analizar las modificaciones que afectaron la estructura de propiedad, la consolidación de la economía cacaotera y de la clase hacendada, de 1620 à 1770, apreciando la continuidad que se manifiesta a todas luces en el seno de la aristocracia local; una continuidad y una estabilidad estructural en que los vínculos de parentesco — en otros términos, las estrategias matrimoniales — desempeñan un papel fundamental.  Esta continuidad hace de Venezuela un ejemplo atípico en lo que se refiere a la conformación de una élite local, si consideramos la evolución contrastada registrada para los estratos superiores de la sociedad indiana en otras areas de América, incluso durante la nueva fase que se abre en los años 1770 con las llamadas reformas borbónicas. Un ejemplo atípico pero no exento de contradicciones, so consideramos las modalidades sumamente violentas del proceso emancipador venezolano, en un contexto calificado, sin embargo, de 'prosperidad generalizada'.


Antecedentes y premisas de laeconomía cacaotera
Sus orígenes son en realidad los de la ciudad de Caracas, en cuanto centro organizador de una economía y de un espacio regional. A principios del siglo XVII la 'provincia de Venezuela' no se correspondía con una realidad histórica, económica o administrativa, sino que constaba de unidades aisladas geograficamente, unidades que mantenían relaciones comerciales con los mercados próximos: Maracaibo con Cartagena, Coro con Santo Domingo, los valles centrales con las Antillas, Canarias y la metrópoli. Ejemplo significativo del fenómeno señalado es el traslado, en 1658, de la sede de la diócesis de Coro a Caracas. Antes de que se iniciara el auge cacaotero, un reducido grupo de encomenderos, hacendados y mercaderes (como los Garci Gonzalez, representantes del gremio mercantil sevillano, o los Carrasquer) impulsaba unos intercambios fundados en la comercialización y la exportación de trigo, relaciones que dificultaban la competencia de las ciudades andinas vinculadas con el puerto de Maracaibo. En su persona se combinaban ya algunos de los rasgos definitorios que van a caracterizar a la élite del siglo XVII: poder económico (fundado en las encomiendas o en el comercio), social y político-militar (son capitanes, regidores del Cabildo caraqueño etc.)3.
En los años treinta del siglo XVII, un factor adicional contribuye en hacer de la exportación de trigo una actividad insegura desde el punto de vista de las inversiones: la decadencia del sistema de flotas. Para los encomenderos y la aristocracia naciente, agrupadaentonces en el Cabildo, se dio una alternativa a la que hasta entonces no habían prestado mayor atención: el cultivo del cacao, mas simple en sus principios que los cultivos tradicionales. Con una escasa mano de obra indígena y sin el 'iman' que constituía en otras regiones de América el mineral de plata, el núcleo inicial de la aristocracia caraqueña — los encomenderos — nunca había llegado a formar una élite permanente y estructurada. El desarrollo del cultivo cacaotero tuvo como consecuencia una modificación sensible de la empresa agraria, de las orientaciones del comercio exterior y de las modalidades de las formas de tenencia de la tierra: la gran propiedad se desplaza hacia el litoral central y la costa, y con ello se amplía la esfera de influencia de Caracas. A diferencia de las grandes haciendas mexicanas — unidades económicas y sociales autarquicas — las haciendas cacaoteras venezolanas, si bien constituyen unos microcosmos funcionales, si estan abiertas a la corriente de los intercambios y, por lo tanto, estan en relación constante con el mercado exterior. Con la hacienda cacaotera se crea entonces un nuevo tipo de unidad productiva, a la vez que un soporte decisivo para la formación y la afirmación de la oligarquía llamada de manera significativa de los 'grandes cacaos'. En contraposición a esos cambios en la economía dominante, se da una evolución radical desde el punto de vista del funcionamiento interno de las haciendas de la provincia. Se puede distinguir en el régimen de tenencia de la tierra dos etapas: el siglo XVIIes el del inicio y de la reestructuración de las haciendas (sobre todo en la segunda mitad del siglo); el siglo XVIII resulta ser, en cambio, el siglo de la consolidación y del auge de las mismas, evolución interrumpida solamente a principios del siglo XIX con la política altamente circunstancial de los 'secuestros'. De un mercado doméstico de escaso valor, con una economía no monetaria, se va pasando paulatinamente a un mercado amplio, abierto tanto al comercio legal como al comercio ilícito — lo señala acertadamente la Instrucción General y Particular del estado presente de la Provincia de Venezuela (1721) de Pedro José de Olavarriaga —  y el cacao va captando mercados exteriores de suma importancia: Veracruz en la Nueva España, mientras en Europa (España, Francia, Inglaterra) el chocolate codiciado en las cortes capitalinas se elabora con cacao venezolano? Tan determinante fue la adopción del cultivo del cacao y la orientación hacia la comercialización del mismo que, para mediados del siglo XVIII, la mano de obra esclava había sustituido a la fuerza de trabajo indígena organizada anteriormente a través de las encomiendas. Se estima en 35.200 el número de esclavos africanos que se importaron a lo largo del siglo, o sea el 10% de los esclavos llegados a América durante ese período.
Entre las fuentes que nos permiten identificar y precisar este proceso, estan varios padrones: el primero, una relación anónima de los encomenderos locales, se remonta a los años 1630; el segundo consiste en una lista de las fincas rústicas,agrícolas y ganaderas, elaborada en 1684 y en que aparecen debidamente los principales 'vecinos' de Caracas; el último es una especie de registro de las encomiendas existentes en la región a fines del siglo (1690), es decir, cuando la decadencia de la encomienda en cuanto institución económica y social es un hecho consumado, por lo menos irreversible. En 1578, a los pocos años de la fundación de Caracas, 40 de los 60 vecinos de la ciudad eran encomenderos, entre ellos algunos de los conquistadores o descendientes de ellos, con un total de 4.000 tributarios. En el último tercio del siglo XVI, 64 mercedes de tierras habían sido otorgadas ademas por el Cabildo caraqueño, lo que sí les confería a los beneficiarios un verdadero derecho de propiedad sobre el suelo, a diferencia de la encomienda, que no implica la propiedad de la tierra, distinción muchas veces recordada por la Corona a los largo del siglo XVI pero que, en la practica, cae en desuso conforme vamos avanzando en el siglo XVII, en parte por motivos financieros: la Real Hacienda fiscaliza en efecto las llamadas 'composiciones de tierras', así como los remates de tierras realengas, sacando unos ingresos de esta suerte de legalización efectiva del proceso anteriormente señalado. En el primer cuarto del siglo XVII este reducido grupo de familias empieza e emparentarse, acaparando las tierras mas productivas de los valles cercanos a Caracas, adueñandose de una franja litoral que va de Chuspa a Puerto Cabello (unos 220 km.), incluyendo unas tierras realengas (912.450 ha. En lajurisdicción de Caracas, según R. Serrera).
El auge del cultivo cacaotero y la estructuración de una aristocracia territorial
Sólo en el período que va de 1630 a 1660, las exportaciones de cacao desde el puerto de La Guaira se duplican. A ese respecto, los primeros beneficios que se sacaron de la comercialización del cacao por los encomenderos hicieron posible la importación de la mano de obra mencionada anteriormente y, por lo tanto, la modificación de la estructura productiva. El padrón de 1635 arroja las siguientes cifras: los cien encomenderos disponían de unos 3.300 indios, siendo las encomiendas mas rentables las ubicadas en la proximidad de la ciudad de Caracas. De las 33 encomiendas estimadas en 1.500 pesos o mas en 1635, 12 quedaban a menos de un día de viaje (en mula) de la ciudad7.
Entre los beneficiarios de estas encomiendas se encuentran muchos regidores y alcaldes, lo que atestigua la creciente fuerza de atracción de la capital. Ahora bien, en los años 1630, la esclavitud africana supera la encomienda en la región como fuerza de trabajo. A fines del siglo XVII, si las grandes familias patricias (Carrasquer, Liendo, Piñango, Bolívar, Ponte, Mijares, Arrechedera, Solórzano) conservan encomiendas cerca de las nuevas unidades de producción, no se debe tanto a la rentabilidad — cuestionada— de esta propiedades, sino mas bien al prestigio social que conllevaba el hecho de disfrutar de esta institución a la vez económica y social. A ese respecto, la mayoría de los trabajos dedicados a la historia de la esclavitud en Venezuelahacen coincidir el auge de la misma con la progresión de las exportaciones de cacao. Pedro de Liendo, hacendado dueño de haciendas de arboledas de cacao, poseía 106 esclavos cuando murió en 1659, quizas la cifra mas elevada para la Caracas de ese tiempo. En ese período de prosperidad, los actores económicos, productores de cacao, necesitaban cada día mas mano de obra, aunque fueran encomenderos: de ahí las llegadas de esclavos desde las Antillas, especialmente desde Curazao, hechas posibles gracias a los beneficios que se sacaron de la producción de cacao. En los años 1640, las plagas y el temblor abren un paréntesis en esta primera fase, una fase de estancamiento acentuada por el auge del contrabando, la ofensiva de los corsarios y la caída de los precios del cacao (originada por el volumen de producción, superior a la demanda, la competencia de otros centros productores como Guayaquil o Centroamérica, que se benefician ademas de precios  mas bajos; habría que señalar también, como elemento explicativo de esta situación, la falta de numerario de 1650 a 1670, momento en que, por razones que no nos toca examinar detenidamente aquí, se va operando la sustitución del peso peruano por el mexicano).
Indicio de esta primera crisis, en los años 1670, los mantuanos llegaron a desertar de las sesiones del Cabildo; a duras penas se consiguió en esos años a quien ocupara el cargo de regidor. El padrón de 1684 atestigua, sin embargo, el papel determinante desempeñado por el cacao en la economía regional y la resurrección del comerciocaaotero en esos años; Para esa fecha, los 172 vecinos de Caracas — entre ellos 78 con el título de alférez o de capitan — eran dueños de 167 haciendas de cacao, de 18 haciendas rurales (productoras de trigo), de 26 trapiches y haciendas azucareras, muchos de ellos poseían ademas un hato; en otro términos, la cuarta parte de los vecinos de la ciudad tenía propiedades rústicas. Ahora bien, hay que subrayar que en esos años de crisis, nunca la ganadería o la producción de azúcar lograron quebrar la supremacía del cacao. En cierto modo, las riquezas acumuladas durante el primer boom del cacao, así como la apertura del mercado mexicano en los años 1620, permitieron a los productores atravesar sin mayor perjuicio ese período de crisis; casi la mitad de los hacendados dueños de arboledas de este fruto descienden de los encomenderos identificados en 1635. Ahora sí se nota en ese momento un relativo desplazamiento de las siembras, y el aumento de las mismas, hacia la costa central a raíz de las destrucciones sufridas entre 1640 y 1650; según Ermila Troconis de Veracoechea, para 1745, 558 haciendas de cacao — con 5.132.921 arboles — estan registradas en esta franja costeña. De estas propiedades unas 500 — 4.615.301 arboles, o sea, el 89.9% del total — estaban ubicadas al oeste de Carayaca u de Maiquetía, una concentración verdaderamente excepcional dentro del panorama de ocupación del suelo y tenencia de la tierra en Hispanoamérica colonial y que evidencia claramente la especialización de la provincia de Caracas a favor de unas formas deagricultura mercantil orientada ademas hacia la 'exportación'. Esta evolución pone de relieve las dos ventajas de que se beneficia el cultivo del cacao, o sea, la disponibilidad de la tierra y de la mano de obra esclava, factores que explican la rapida recuperación de esos años. Tales son, en efecto, los elementos fundamentales de la riqueza de los 'grandes cacaos'. De ahí el hecho de que muy pocas veces la élite caraqueña del siglo XVII recurrió a un vínculo (mayorazgo) para preservar fortuna y estatuto social, a diferencia de su alter ego mexicana. En cambio, hay que resaltar la frecuencia mucho mas elevada de las fundaciones piadosas (censos y capellanías), fuentes de crédito que contribuyen también a explicar la recuperación y luego el alto nivel de producción alcanzado en los años 1670—1680, una prosperidad que contrasta con la culminación del 'siglo de la depresión' observado comparativamente en otras areas de América: de 1680 a 1689, las exportaciones de cacao desde La Guaira ascienden a 14.869.360 libras; el 82% se exportaba hacia México y el 16.5% hacia España. En 1745 se calculan las mismas exportaciones en 33.000 fanegas, que se duplican a los pocos años para llegar a unas 50.000 fanegas a favor de la Península (con una producción de unas 10 a 25 fanegas por 1.000 arboles de cacao).
Las modalidades de la financiación del cultivo cacaotero pone de relieve la dificultad que hay en separar el estudio de sus orígenes de la formación de la aristocracia territorial. Ramón Serrera destaca en esta perspectiva la funcióncrediticia de la Iglesia (crédito hipotecario, préstamos a interés), desempeñada a través de las 'inversiones espirituales'. En el siglo XVII, el total de los préstamos consentidos por la Iglesia (capellanías y censos) asciende a 419.939 pesos (140.750 pesos de capellanías); éstos se reparten entre el convento de la Concepción (la mayoría de los préstamos otorgados con un total de 109.319 pesos), la Iglesia Catedral, los conventos de San Jacinto y San Francisco, el Hospital de San Pablo y la Iglesia de Altagracia. En otros términos, 'la Iglesia se había convertido en el siglo XVII en el agente financiador de la empresa cacaotera'. De los 259 vecinos que figuran en el padrón de 1660, 56 realizan una escritura de censo con alguna institución eclesiastica.  Entre ellos, los representantes de las 'principales familias', especialmente los Mijares—Solórzano y sus parientes. En otros casos, la Iglesia llega a administrar de manera mas directa todavía la producción de las haciendas cacaoteras, por medio de las 'obras pías': bien conocida esta la obra pía de Chuao, pero también, se puede mencionar la de Cumanibare en la jurisdicción de Barquisimeto, fundada en 1706 por el catalan Miguel Silvestre de Mampalao, con sus 8.000 arboles (según el informe de Olavarriaga, 23.892 en 1748) y sus esclavos levantiscos (27 para 1722, 36 en 1748, siendo el resto de la mano de obra negra o mestiza pero asalariada).
De tal forma que existe una estrecha correlación entre crédito agrario (expansión del cultivo del cacao mediante la compra de tierras y esclavos)y la consolidación del régimen laboral en la jurisdicción durante el siglo XVIII. Asimismo, se nota una expansión del cultivo hacia unas zonas cada día mas alejadas de la capital, hacia la costa o los valles del interior. Hacia 1722, según la Instrucción de Olavarriaga, la provincia de Caracas contaba con 61 valles donde se cultivaba el cacao; se registraron para esa fecha unas 759 haciendas dedicadas a este producto, con un total de 4.758.564 arboles que producían anualmente 67.822 fanegas (110 libras cada una). La raíz de este fenómeno esta, sin lugar a dudas, en el papel catalizador desempeñado por la Real Compañía Guipuzcoana, aunque la creación de esta compañía recoge, al mismo tiempo, el término de una evolución y no deja de reforzarla; a los pocos meses de su fundación, las exportaciones realizadas hacia Nueva España y la metrópoli ascendían ya — como lo señalamos — a 50.000 fanegas de cacao (anteriormente: 19.000); para 1730, se cosechaban unas 80.000 fanegas al año, siendo el consumo local de unas 12.000 fanegas. Esta por demas decir que la élite capitalina, en un primer momento parte integrante de esta expansión controlada desde España, siguió representando y defendiendo sus intereses desde el gobierno municipal: no solamente hasta 1784 — en que se abolió el monopolio de la Real Compañía — sino hasta 1793, fecha de la creación del Consulado de Caracas, el comercio del cacao es una constante de los debates y representaciones que se elaboran en las sesiones del Cabildo.
Ahora bien, la evolución que se registra a lolargo del período considerado lleva consigo unos cambios sustanciales, no solamente a nivel propiamente  económico (estructura de la propiedad territorial, rentabilidad de las haciendas cacaoteras), sino también por lo que se refiere a los detentores de esa riqueza. A ese respecto, resulta perfectamente adecuada la caracterización hecha por Doris Ladd para el caso novohispano: la aristocracia de los mantuanos se puede caracterizar como una 'plutocracia' y, factor determinante cuando se toma en cuenta no sólo la adquisición de las fuentes de esta riqueza (arboledas y mano de obra), sino la preservación de la misma, la cual obedece a unas estrategias distintas, se va conformando poco apoco y de manera mas temprana que en otras areas de América, según los estudios que hemos realizado en ese campo de la historia social americana, como una 'gran familia'.
Varios ejemplos ilustran el primer término de esta evolución en el naciente siglo XVIII, dan la medida del proceso considerado, el de la formación de una élite regional fuertemente estructurada, con sus estrategias propias (así como, por ejemplo, las llamadas estrategias matrimoniales) que hacen de ella una 'clase' en la acepción de L. Vallenilla Lanz — relativamente cerrada. Una de las familias que quizas mas prestigio y poder económico (por el número de propiedades) haya tenido a lo largo del siglo ilustrado es la de los Rodríguez del Toro. Juan Bernardino Rodríguez del Toro, oriundo de Gran Canaria, donde nació en 1675, contrae matrimonio en Caracas en 1712 con Paula de Istúriz.Para 1720, don Juan, futuro marqués del oro, era dueño de mas de 50.000 arboledillas de cacao en la sola provincia de Caracas. En 1744, su hijo mayor, don Francisco de Paula, segundo marqués del título, poseía unas 110.000 arboledillas, o sea, mas del doble de lo que tenían en ese momento los productores individuales. Otro hijo, don José Rodríguez del Toro, caballero de la orden de Calatrava en 1752 y oidor de la Audiencia de México en 1769, constituye otro ejemplo irrefutable del poder socioeconómico, e incluso político, logrado por los criollos caraqueños del momento.
Entre los demas inmigrantes del siglo XVIII, de origen vasco en su gran mayoría, y cuyas alianzas matrimoniales fueron el punto de partida de la acumulación del capital necesario para la compra de las haciendas cacaoteras, hay que mencionar a los Aristiguieta y a los Verois — llegaron en 1703, fecha relativamente tardía — o a los Ustariz, celebrados por el barón de Humboldt por su hospitalidad y la prosperidad de las haciendas de cacao, añil y algodón visitadas por el ilustre viajero. Ahora bien, estos representantes de la élite caraqueña constituyen la excepción, en la medida en que la mayoría de las dinastías caraqueñas estaban instaladas en la provincia antes de 1650, o sea, antes de que finalizara el primer período del auge cacaotero: son las familias Tovar, Mijares, Ponte, Palacios, Blanco, Liendo y Bolívar, apellidos que aparecen de manera constante en la historia de la ciudad desde ese momento16. En este sentido, se puede considerar que el cultivo cacaoterodio origen a una de las aristocracias terratenientes mas estables y duraderas de la América española, en la medida en que se inscribe en la larga duración, que es uno de los factores de definición de las 'élites principales', tales como las evocamos al principio de este trabajo (así se pueden valorar las modalidades de la transmisión de los patrimonios a través de las generaciones sucesivas). Cada cambio de generación implica, en efecto, una transmisión de la propiedad, elemento fundamental del estatuto social logrado por las élites, y mantenido, preservado precisamente en el caso caraqueño, a lo largo de varias generaciones. Las leyes de Castilla, que rigen esta parte del derecho indiano, disponen que a la desaparición de uno de los esposos, el otro hereda la mitad del patrimonio, dividiéndose la otra mitad entre los herederos, directos o no, mejorada ocasionalmente del tercio o del quinto. La fundación de un vínculo, en otros términos de un mayorazgo, constituía en estas condiciones una alternativa, por no decir una solución, al problema de la dispersión de un patrimonio, a la división de las fortunas, esto a pesar de las leyes cada día mas restrictivas enunciadas por la Corona, deseosa de limitar de manera general todo tipo de inversiones 'sociales' y en especial este tipo de fundaciones, consideradas como un estorbo para la productividad de las haciendas. De ahí el caracter excepcional de la aparente continuidad registrada en las familias de los 'grandes cacaos': el mayorazgo, si bien existe (caso del marqués del Valle deSantiago por ejemplo), no parece ser un elemento tan determinante de la preservación de las fortunas locales, a diferencia de la situación que prevalece en Nueva España: allí es quizas el único remedio a ese desgaste provocado por la sucesión de las generaciones, que hace que con la tercera generación se pone en tela de juicio la supervivencia de las nobles estirpes al desaparecer buena parte de las grandes fortunas en las arcas de la Iglesia, como ocurrió en Nueva España.
La estabilidad estructural de la élite caraqueña en su conjunto — y no solamente de los dueños de la gran propiedad, quienes conforman la 'élite principal' — se da no solamente dentro de un círculo social, sino en el seno de una 'dinastía' 'en Nueva España, en cambio, las grandes propiedades pasan de una 'gran familia' a otra, sin quedar necesariamente en la misma familia, a diferencia del caso caraqueño). Esta hipótesis necesitaría ser comprobada por un estudio sistematico de las ventas y enajenaciones de haciendas cacaoteras. Esto nos lleva a formular esta problematica de otra manera: ¿Cómo los grandes productores de cacao, la llamada aristocracia territorial, logró conservar sus latifundios familiares de una generación a otra, evitando las divisiones del patrimonio y la consiguiente venta de las tierras? No es posible, en el marco de una ponencia, examinar detenidamente la estructura de la propiedad y los factores de su estabilidad. Requeriría ademas profundizar mas todavía las investigaciones que venimos realizando sobre este tema. Por este motivo, solomencionaremos los datos mas significativos al respecto, sacados del censo que indicamos anteriormente, del año 1684, así como de la descripción de Olavarriaga (1720-1721) y de un censo mas tardío, del año 1744. Huelga decir que para un período posterior, mas precisamente a partir de los años 1770, los informes previos a la creación del Consulado de comercio (1793) y las estadísticas y padrones elaborados por esta institución representativa de la élite económica local constituyen otra fuente excepcional y de gran precisión
La primera observación que se puede sacar al respecto, de la comparación de estas listas, es la de la existencia de unos extensos núcleos o grupos familiares, de propietarios, unidos por unos vínculos de parentesco. No aparecen en este tipo de documentos otras formas de parentesco — parentesco espiritual, tal como lo es el compadrazgo — que arrojarían sin duda datos complementarios de sumo interés para nuestro estudio (remitimos para este tipo de información a los documentos producidos por las escribanías, especialmente los pleitos, en que se evidencian las solidaridades propiciadas por los vínculos de parentesco). Ahora bien, estas solidaridades constituyen una constante de la mentalidad de las élites caraqueñas desde una época muy temprana, como lo demostró Stéphanie Blank en sus estudios del sector comercial caraqueño. Según los dos primeros censos, la mitad de las propiedades — arboledas de cacao — las poseían representantes de los mismos grupos familiares. De los 38 hacendados registrados en 1786 — por elIntendente Francisco de Saavedra —  como representativos de las 'familias mas principales' de Caracas,  de 'todas las familias notables' del lugar, 29 tienen parientes identificados ya en el censo e 1684, terratenientes miembros del Cabildo caraqueño, o sea, una élite a la vez económica y política. Se ha calculado que los enlaces matrimoniales dentro de un mismo clan familiar se fueron multiplicando a partir de 1700: del 6% del total para los años 1650-1670, del 19% para 1675-1699, pasan al 45% en 1700-1724 y al 52% para 1725-1749. Conviene resaltar en estas estrategias sociales el papel fundamental de las mujeres, que constituyen un elemento clave de la realización de estas alianzas, y, por lo tanto, de la transmisión de los patrimonios, elemento poco estudiado — salvo excepciones como la de Buenos Aires — para Hispanoamérica.
Entre los valles próximos a Caracas, y donde estuvieron ubicados las haciendas de la élite, hay que  mencionar los valles del Tuy (recordemos que las dos terceras partes de la cosecha de cacao provenía de estos valles en los años 1720), los alrededores de Cuyagua y Caucagua, nombres que vuelven constantemente en los documentos consultados. Allí estan ubicadas las haciendas de las familias Bolívar, Zayas y Galindo, Fernandez de Fuenmayor (gobernador de Caracas en los años 1640), familias que figuran en los padrones mencionados. Mas que cualquier otra quizas, la región de Cuyagua estuvo dominada por los clanes familiares en el siglo XVII y XVIII, unos grupos familiares vinculados entre sí de tal manera quelograron formar una vasta red familiar, excepcional por su extensión: los Galindo, Fuenmayor y Tovar. En Caucagua, en cambio, 'reinaban' los marqueses del Valle, don Miguel Berroteran y su hijo, dueños de 53.000 arboles, los Rengifo, Palacios, Ponte y Solórzano, todos — sin excepción de los descendientes de vascos como Pedro Juan Arquinzones y Miguel de Aristiguieta — considerados como opuestos al monopolio de la Real Compañía Guipuzcoana. También habría que citar, entre los dueños de la tierra, al conde de San Javier (18.000 arboles en sus propiedades), también firme opositor al monopolio comercial.
La aristocracia criolla 1770-1810: un poder de hecho
Con los años 1770 se inaugura una cierta diversificación de la economía regional junto a la 'descentralización' de las decisiones tomadas en el campo de la economía, proceso que contempla la abolición del monopolio de la Guipuzcoana y culmina en 1793 con la creación del Consulado de Caracas. Si tomamos como punto de comparación los años 20, el volumen de la producción de cacao en estos años 1770 se había duplicado de tal forma que, pocos años después, el cacao llega a representar el 85% de las exportaciones venezolanas20. Dicho de otra manera, la dependencia de la provincia respecto a la producción de cacao no había sido eliminada, pero sí reducida: para 1809, en vísperas de la revolución, la cosecha de cacao representaba un poco menos del 50% de las exportaciones (la diversificación se debe, esencialmente, al tabaco, añil, café — sustituto del cacao en el siglo XIX — y azúcar,y se encuentra respaldada por la modificación de la estructura de los mercados a raíz de la publicación del decreto de libre comercio de 1778, que implica la apertura no solamente a favor de Nueva España). La primacía del cacao aparece a todas luces en la elección de los cultivos de las haciendas y en la expansión continua de estas unidades económicas y sociales. Concentradas en la franja costeña y en los valles de Caracas, no eran pequeñas propiedades: 19 de las haciendas registradas en 1744—1746 tenían mas de 30.000 arboledillas (556 propiedades en este caso). Los porcentajes globales eran los siguientes, en lo que se refiere a los extremos: si bien el 30% de las propiedades tenía menos de 5.000 arboles de cacao, mas del 50% tenía entre 5.000 y 14.999 . En 1787, las 1.444 haciendas registradas en la provincia tienen una producción anual que se aproxima a mas 130.000 fanegas para la década de 1780. Establecer una diferencia en estos años entre hacendados y comerciantes resulta algo delicado: ambos grupos poseían en efecto haciendas de cacao, los grandes comerciantes que se dedicaban a la carrera de Veracruz eran, por ejemplo, el con de San Javier y el conde de Tovar, ambos miembros del Consulado y conocidos protagonistas de los debates que se llevaron a cabo en el seno del Cabildo caraqueño antes de la institucionalización del gremio mercantil. Ahora bien, los hacendados matriculados en esta institución formaban el grupo social de mayor estatuto en la sociedad colonial.
Nos encontramos aquí ante las mismas características quepresidieron a la formación y a la consolidación de la aristocracia territorial: el dinamismo económico, la integración periódica de recién llegados, a pesar del caracter relativamente 'cerrado' del las 'élites principales' — en muchos casos familiares oriundos de las mismas regiones de España, o sea de Canarias y de las provincias vascongadas — y la prolongada permanencia en el escenario económico y social de las dinastías e intereses creados. Las listas formadas pro el Consulado demuestran la escasa pertinencia — en el caso caraqueño — del ciclo generacional (las tres generaciones que acaban con los patrimonios) identificado en otras areas de América. De los 45 hacendados identificados, el 55% pertenecía a las antiguas familias de la provincia. Estos 25 representantes de la aristocracia territorial  representaban, a su vez, a 13 grupos o clanes familiares. La lista de 1786 sólo es una muestra representativa que, de manera significativa, fue establecida tomando uno o dos nombres de cada familia 'principal'23. Saavedra advertía al respecto que 'en la clase de hacendados hay muchos mas que pueden y merecen matricularse', pero que se limitó a cierto número de representantes de esta clase entre los cuales, sin embargo, 'no falta uno o dos individuos de todas las familias notables'. La lista de 1805-1806 arroja datos similares en lo que se refiere a los 'agricultores', o sea a los 159 hacendados registrados. 70 de estos hacendados, es decir, el 70%, pertenecía a las grandes familias: los Jerez de Aristiguieta, Mijares de Solórzano,Ascanio, Herrera, Pacheco, Tovar, Toro, Rada, Bolívar, Rengifo, Ponte, Plaza, Palacios de Sojo, Oblemexías, Alonso Gil, Berroteran. Un segundo grupo de hacendados lo conformaban los inmigrantes establecidos en la provincia en el siglo XVIII, especialmente durante el período de la Compañía Guipuzcoana (1728-784). Representaban el 20% de los inscritos en la lista de 1805-1806 (o sea, 34 personas, de las cuales 5 figuraban en el padrón de 1786): Anza, Butragueño, Cocho de Iriarte, Clemente y Francia, Echezuría, Escorihuela, López Méndez, Ribas, Sanz, Moreno, Paz del Castillo, etc., es decir 39 individuos repartidos entre 23 familias.
Los hacendados mas ricos de la provincia pertenecían, como ya tuvimos la oportunidad de señalarlo, a las familias mas antiguas. El hombre mas rico de la región hubiera sido en ese aspecto el tercer marqués del Toro, Sebastian Rodríguez del Toro y Ascanio, con un ingreso anual de 25.000 a 30.000 pesos. En 1800, cuando sus bienes fueron divididos entre sus herederos, su fortuna personal se estimaba en 504.632 pesos25.  Lo seguía para el nivel de riqueza el primer conde de Tovar, Martín de Tovar y Blanco, sin lugar a dudas el primer hacendado de la provincia por el número de propiedades y la extensión de las mismas, con una fortuna estimada en 200 a 300.000 pesos (40.000 pesos anuales según Humboldt). En este grupo figuraban también el primer conde de la Granja, Fernando Ascanio y Monasterios que en 1796 disponía de una fortuna evaluada en 200.000 pesos (13.000 pesos de ingresos anuales), lo mismo que eltercer conde de San Javier, José Antonio Pacheco y Toro26. Juan Vicente Bolívar dejó a su muerte un patrimonio evaluado en 350.000 pesos. En un segundo nivel de riqueza se encuentran los hacendados cuya fortuna oscilaba entre 100 y 200.000 pesos: Gerónimo Blanco y Plaza, Vicente Ibarra y, entre los representantes de las familias recién llegadas, Luis López Méndez y Juan Miguel Echezuría.
M.McKinley señala, sin embargo, que a pesar de la integración de nuevos inmigrantes, esta élite principal se fue reduciendo al final del período colonial, por la misma división de los patrimonios considerada como causa principal de la decadencia de ciertas dinastías. Menciona como ejemplo particularmente significativo de esta evolución, que contrastaría entonces con el fenómeno registrado en el siglo XVII e incluso hasta los años 1770, el caso de la fortuna del marqués del Toro, dividida en diez partes: la mas importante ascendía a 111.700 pesos y le correspondió al sucesor el título nobiliario (1814). Otro tanto señala para la familia Bolívar: Juan Vicente heredó 120.000 pesos en 1792: lo mismo sucedió con las propiedades de pedro Blanco y Ponte (en 1798, 114.114 pesos fueron divididos entre ocho herederos) o Miguel Jerez de Aristiguieta (107.498 pesos divididos entre ocho herederos en 1782), o del conde de Tovar, de Manuel Clemente y Francia, y Marcos Ribas. En este sentido, se puede considerar como una evolución generalizada la disminución — pero no la desaparición — de las fortunas heredadas en su gran mayoría del auge cacaotero, aunque losdescendientes de los actores económicos de ese período siguen figurando en los padrones de 1805-1806 elaborados por el Consulado. Ultimo dato referente a estas fortunas, mas precisamente a las propiedades rurales: no sólo eran diversificadas (haciendas de cacao, añil, café y hatos) sino que no soportaban tantos gravamenes — entre el 2 y el 10% del valor de las propiedades para esa fecha —  como en otras regiones de América —mas del 60% en el caso novohispano. De ahí quizas la 'longevidad' de estas estirpes y su inscripción en la larga duración.
Otro rasgo definitorio de la 'élite principal' caraqueña, relacionado con la noción de estatuto social y de suma importancia para la historia de las mentalidades en el ambito hispanico (especialmente para el concepto del honor) son los títulos nobiliarios y los habitos de las órdenes militares. El hecho, aparentemente contradictorio si consideramos la antigüedad de las familias nobles, es que la casi totalidad de los títulos fue otorgada en el siglo XVIII, por no decir en el último tercio del siglo (excepto los títulos de marqueses del Valle y de Torrecasa); el titulo de conde de San Javier y de marqués del Toro son de 1732; el del conde de la Granja se remonta a 1793, el de Riberas del Boconó a 1787, Tovar a 1773, y Casa León a 1809. Lo mismo sucedió con los habitos de las órdenes militares —u 'órdenes militares' para retomar la caracterización de G. Lohmann Villena— distinción otorgada frecuentemente en los años 1770-1780 (32 de las 49 peticiones registradas en este sentido). Ahorabien, el siglo XVIII, y mas particularmente el reinado de Carlos III y de Carlos iV, fue el siglo durante el cual mas títulos y concesiones de habitos se registraron, realizandose de esta manera la convergencia de los intereses particulares (de particulares poderosos económica o financieramente hablando) ya que representaba una verdadera inversión social, de los intereses de la Corona/del Estado, que tuvimos la oportunidad de detallar en otros trabajos. Sobre este particular, no hay ruptura o diferenciación marcada entonces respecto al comportamiento observado en las élites americanas en general. Tampoco se diferencia por lo que respecta a su interés por lasmilicias urbanas, esa otra forma de poder local —hay que señalar, sin embargo, que no logran en Venezuela tanto poder de decisión e intervención como en Nueva España—, el ejercicio del poder local (Cabildo, papel de tenientes de justicia en las jurisdicciones de las haciendas, de diezmeros, corregidores de indios, etc.), que es en realidad una manera de preservar los intereses económicos, base del prestigio social logrado.
Hay que notar, finalmente, que la 'clase' de los hacendados fue un interlocutor obligado para las autoridades políticas y administrativas de la  provincia, y no sólo por medio del Consulado de comercio, institución representativa de la élite caraqueña (tanto principal como secundaria). En este sentido, se puede decir que actuaron como grupo de interés, de manera colectiva que no siempre se dio en otras areas de América (como lo demuestran las divisiones delConsulado de la ciudad de México entre vascos y montañeses). Esta unión temprana quizas tenga que relacionarse con la naturaleza de la producción local, fundamentalmente orientada hacia la exportación, la casi unicidad del producto considerado que originó ciertas formas de dependencia y, por lo tanto, una especie de conciencia de la necesidad de diversificar las inversiones, aunque fuera a favor de otros productos de alto valor comercial.
En conclusión, y para sintetizar lo anteriormente dicho, si retomamos los elementos que definen realmente a las élites coloniales, se puede decir que la riqueza, o mejor dicho el poder económico de los caraqueños, se edificó sobre unas bases algo distintas a las observadas tradicionalmente en América, gracias a la comercialización y exportación de una producción dominante de alto valor, el cacao. Este mismo elemento explica el menor apego a la tierra como garantía de riqueza y estatuto social: en la provincia de Caracas casi nunca se consiguen cifras relativas a la extensión de las propiedades —a diferencia de Nueva España y de otras regiones de Hispanoamérica— sino otras, relativas al número de arboles de cacao o de esclavos. En cuanto al estatuto social, hay que subrayar que no nos encontramos ante una marcada oposición entre peninsulares y criollos — a diferencia también de Nueva España. La aristocracia local es una aristocracia cuyos orígenes se remontan hasta el siglo XVI. Se caracteriza ademas por su excepcional estabilidad estructural y generacional, respaldada por las estrategiasmatrimoniales y la organización de los núcleos familiares en torno a un patriarca. En ese aspecto, las élites caraqueñas se inscriben, sin lugar a dudas, en la larga duración que caracteriza a las élites principales de la Colonia.  Pero, por otra parte, esta aristocracia no carece de poder político, sus intereses estan representados primero en el Cabildo y luego en el Consulado de comercio. La unanimidad registrada en su seno se manifiesta claramente durante los conflictos que surgen con las autoridades administrativas y políticas metropolitanas (Audiencia, Intendencia, gobernador). Ahora bien, y para tener en cuenta la evolución de las mentalidades, conforma un grupo social que no deja de integrar en su pensamiento los elementos de la política moderna, a través de los postulados del pensamiento reformista fraguado en Europa por una burguesía en ascenso y de adoptar, junto a unas formas de sociabilidad antiguas, otras mas modernas como los clubes, las sociedades patrióticas, ancestros de los partidos políticos formados en el siglo XIX29. A este respecto, si el caso de la provincia de Caracas no encaja verdaderamente en la hipótesis formulada por M. Mörner — sobre la aparente contradicción que hay entre la estabilidad estructural del sistema de estratificación social y la composición cambiante de las élites, tanto de los individuos como de las familias — va en el sentido de otras hipótesis relativas a las interacciones que se dan entre el ejercicio del poder, el estatuto social para obtener la riqueza y viceversa, y, sobretodo, por loque se refiere a la necesidad de realizar aproximaciones regionales a este fenómeno — las élites maracaiberas y merideñas tienen otras características — una aproximación que perspectivas metodológicas distintas tales como la prosopografía y las 'genealogías sociales'  permitirían quizas llevar adelante con mayor acierto.

¿Fue la guerra de la independencia una revolución social? Ines quitero
Es esta una interrogante que aún divide las opiniones respecto al tema.
Quienes opinan negativamente exponen que, desde la perspectiva de los móviles y aspiraciones de sus promotores, difícilmente puede afirmarse que el movimiento de la independencia haya tenido como objetivo la transformación de los fundamentos jerarquicos y excluyentes de la sociedad, por tanto se trataría de una revolución eminentemente política.
Pero hay quienes afirman que el rechazo al proyecto de los mantuanos, por parte de las castas y los colores, le confiere a la independencia el caracter de una revolución social en la medida que la aspiración de estos sectores era cambiar radicalmente la estructura social y económica de la sociedad.
La polémica exige ponderar el sentido y alcance de cada una de las afirmaciones.
En efecto, los mantuanos al momento de declarar la independencia no tenían como propósito irrumpir contra su propia hegemonía, por el contrario, aspiraban que la ruptura con España los consolidaría en el ejercicio directo del poder y les garantizaría el control de la sociedad, política, social y económicamente.
Sin embargo, el mismo proceso, apesar de ellos y sin que ocurriera un cambio en sus designios y aspiraciones, altera el orden de la sociedad, irrumpe contra los valores inamovibles de la tradición y promueve un proceso cuyo desenlace escapa al control de sus promotores. El estremecimiento es de tal magnitud que sus consecuencias no se limitan a la esfera de lo político, su impacto tendra repercusiones sociales inevitables.
Igualmente, el rechazo inicial a la propuesta emancipadora por parte de los grupos pertenecientes a las capas inferiores de la sociedad, no implica la existencia de un proyecto alternativo cuyo objetivo fuese revolucionar el orden establecido, dar paso a una fórmula igualitaria en donde ellos tuviesen el control de la sociedad.
Como ha señalado German Carrera Damas en su estudio «Boves, aspectos socio-económicos de su acción histórica», José Tomas Boves no era un reformador social y la amplia participación de los pardos y excluidos en sus ejércitos, las practicas del saqueo, los pillajes y secuestros, lejos de representar la formulación de una oferta de redistribución de la propiedad y de igualación social, constituían el único mecanismo de sostenimiento de los ejércitos. Su ejecución no perseguía destruir las bases económicas de la sociedad, ni irrumpir contra las jerarquías antiguas, sino garantizar la sobrevivencia de la soldadesca y el mantenimiento de la guerra.
Ahora bien, aun cuando no hubo un móvil expresamente social por parte de ninguno de los sectores de la sociedad, no cabe duda que la derrota inicial de las élites, el rechazo asu proyecto político, la participación en la guerra de las grandes mayorías excluidas de la sociedad, la violencia y la disolución social inherentes al conflicto armado, los ascensos militares obtenidos en el desarrollo de la contienda, el trastrocamiento de la autoridad y las jerarquías, alteraron de manera insoslayable el desenvolvimiento de la sociedad tradicional al incorporar en la definición del proceso a quienes hasta ese momento no habían tenido injerencia alguna en la determinación del destino de la sociedad.
Así las cosas, quiza convendría plantearse la interrogante de una manera diferente y no insistir en la disputa de si ocurrió efectivamente una revolución social o si fue exclusivamente política o si la revolución social quedó truncada en su fase final o si fue traicionada por la oficialidad.
Valdría la pena preguntarnos, mas bien, si la sociedad venezolana, después de la Independencia, continuó siendo la misma. ¿Se produjeron cambios irreversibles en nuestra sociedad producto de la contienda? ¿Se mantuvieron inalterables las fórmulas sociales del Antiguo Régimen? ¿Cual fue el impacto social de la guerra de Independencia? ¿Tiene eso algún valor para el presente?
Ofrecer algunas pistas que nos permitan responder a estas interrogantes es el objetivo del presente ensayo.
Los fundamentos de la sociedad tradicional
La sociedad venezolana de fines del siglo XVIII estaba normada y funcionaba de acuerdo a los principios y fundamentos de las sociedades de Antiguo Régimen. El honor, la desigualdad y las jerarquías eranla garantía del orden de la sociedad. Establecido de esta manera desde el momento de la conquista, le corresponde a los blancos criollos, descendientes de los conquistadores, ocupar el lugar privilegiado de la sociedad.
Ellos constituyen la aristocracia local, usufructuaria directa y única de las prerrogativas establecidas desde antiguo, responsables de velar y preservar la armonía desigual de la sociedad. Por su condición de principales, tienen a su cargo la dirección política y administrativa del gobierno de las ciudades desde los Cabildos. Como herederos de los conquistadores, son también los mayores propietarios de tierra, los principales productores y los beneficiarios directos de las relaciones comerciales que se desarrollaban en la provincia.
Eran también los miembros de las familias linajudas los que formaban parte de la jerarquía eclesiastica, los que ingresaban a la alta oficialidad militar de los Ejércitos del Rey, los que podían ostentar una Corona de Castilla o pertenecer a cualquiera de las Órdenes Nobiliarias, signos inequívocos de calidad y distinción social.
El comportamiento social de esta aristocracia provincial es excluyente, como corresponde a su condición. No admiten los matrimonios con nadie que no sea de la misma estirpe, se casan entre primos cercanos y lejanos; de esa manera procuran preservar el estatuto de la desigualdad, evitar la peligrosa igualdad.
Son puntillosos a la hora de hacer valer su notoriedad social, en consecuencia defienden su derecho a ocupar lugar distinguido en la Iglesia ycelebraciones públicas, subir al estrado de la Audiencia en ocasión de ventilar sus asuntos, no ser sometidos a prisión por deudas; de la misma manera que se mantienen en actitud vigilante a fin de evitar cualquier iniciativa o practica que pudiese atentar contra lo establecido por las reglas del honor y la costumbre.
La sociedad funcionaba sin sobresaltos. Si bien la normativa era rígida y expresaba una inflexibilidad aparentemente inmutable, las rutinas sociales le habían impuesto su propia dinamica y las fisuras y contradicciones se resolvían sin ajustarse siempre a lo establecido en la intrincada red de las fórmulas jurídicas y reglamentos provenientes de España, pero sin violentar el sentido jerarquico de la sociedad.
En el juego de tensiones y reacomodos sociales, los defensores mas estrictos del principio de la desigualdad como fundamento del orden, son los mantuanos. Son ellos los mas conspicuos protectores de esa sociedad que han contribuido a erigir y de la cual son, indiscutiblemente, sus mayores beneficiarios.
Su abierto rechazo a la revolución de Gual y España en 1797, su reacción contraria a la aventura libertaria de Miranda y sus manifestaciones de incuestionable fidelidad al Rey son expresión de una inconmovible voluntad de sostener el establecimiento. No estaba entre los planes de los blancos caraqueños cometer el dislate de intentar acciones que pudiesen producir alteraciones en una rutina que les ofrecía considerables ventajas.
Ello no implica que no estuviesen presentes contradicciones y malestares que losmovilizaran en procura de afianzar y consolidar su posición en la sociedad. Pero, ¿eran lo suficientemente dramaticas como para forzar una salida que pusiese en peligro su hegemonía?
Tensiones y contradicciones en la sociedad provincial
A la hora de argumentar la vocación autonomista de las elites se ha insistido en la idea de que había sobrados motivos para propiciar la independencia. La política reformista de los Borbones cuyo objetivo era reforzar los mecanismos de control sobre las provincias; el rechazo por parte de la Corona a la solicitud de los criollos de liberar el comercio; la supremacía administrativa de los funcionarios españoles; los recurrentes conflictos de competencia y de autoridad que se planteaban entre ellos y las autoridades peninsulares, la visible molestia que generó entre los criollos la aprobación y aplicación de la Real Cédula de Gracias al Sacar, constituirían los móviles directos de los sucesos ocurridos el 19 de abril de 1810.
No cabe duda que el conjunto, –reformas borbónicas, rechazo al libre comercio, monopolio peninsular de los cargos y ascenso social de unos pardos a la categoría de blancos por unos cuantos pesos– tenía que generar entre los criollos molestia, inquietud e incluso abierto rechazo.
Sin embargo, la oposición de los mantuanos a los efectos equívocos o abiertamente nocivos de la política real, siempre se encausó por los mecanismos regulares que ofrecía el establecimiento. En algunas ocasiones con mayor contundencia como fue el movimiento contra la Compañía Guipuzcoana pero, enningún caso, se materializó en acciones que tuviesen como objetivo modificar el orden de la sociedad, ni irrumpir abiertamente contra la autoridad monarquica, mucho menos propiciar un movimiento que les otorgase la dirección autónoma de la provincia y romper el vínculo que los unía a España.
Todo parece indicar que la sociedad de Antiguo Régimen les ofrecía mayores garantías, de allí la determinación de impedir o rechazar cualquier intento de cambio cuyo desenlace pudiese trastocar el orden y armonía de la sociedad.
Pero si los criollos no ejecutaron acciones que pusieran en peligro al Antiguo Régimen, tampoco hay evidencias de que los pardos alentasen acciones ni iniciativas tendientes a modificar el estatuto de la sociedad con el propósito de eliminar las restricciones y exclusiones de que eran objeto.
Si bien resentían la exclusión y de manera aislada expresaban su rechazo ante las limitaciones que les imponía la sociedad –numerosos expedientes dan cuenta de ello–, las diferencias existentes entre ellos mismos, su propia diversidad, impedían la cohesión de objetivos que significaran un mejoramiento colectivo, difícilmente puede afirmarse que tuviesen aspiraciones comunes. Resultaría un anacronismo reclamar de ellos una conciencia de «clase» que los condujera a realizar algún tipo de movimiento en pro de una causa común liberadora.
Por el contrario, lo que es posible advertir es la manera como se reproduce en los estratos inferiores el sentido jerarquico de la sociedad y la búsqueda del ascenso social por las vías que el mismosistema ofrecía, esto es hacer valer las opciones que contemplaba la real cédula de gracias al sacar, o incorporarse a las milicias de pardos o sacar provecho de las actividades económicas que les eran permitidas.
En ningún caso estuvo planteado un movimiento de las castas inferiores que tuviese como propósito modificar la hegemonía de los criollos, tampoco violentar la autoridad del Monarca, mucho menos alentar una ruptura con España que los colocase en situación de ventaja respecto a otros sectores de la sociedad.
Ahora bien, si ni los criollos ni los pardos alentaban un proceso de ruptura con España y tampoco aspiraban modificar el orden de la sociedad, ¿Cómo se explica entonces el estallido de la independencia y la evidente polarización social de los primeros años?
El estallido de la Independencia
El estallido de la Independencia no ocurre como respuesta a tensiones cuya solución sólo era posible rompiendo el vínculo con España. Los hechos del 19 de abril de 1810 fueron la reacción inevitable a la crisis política de la monarquía española luego de la invasión francesa.
El vacío de poder que tiene lugar en España como consecuencia de las confrontaciones que surgen en el marco de su propia guerra de independencia, impone de manera insoslayable una respuesta por parte de las élites de la provincia de Venezuela, a fin de asumir el control de la situación, frente a la incertidumbre y el desgobierno de la monarquía española.
Inicialmente se trata de la constitución de una Junta Conservadora de los Derechos de Fernando VII,cuyo objetivo era manifestar su lealtad al Rey depuesto y oponerse a la Regencia por su falta de legitimidad, luego de ser disuelta la Junta Central. El revés del ejército español frente a los franceses, la debilidad de la Regencia, las pugnas políticas que dividían a la opinión política española, la reacción de la Regencia a la resolución del Cabildo caraqueño, las presiones políticas de los sectores radicalizados de la Sociedad Patriótica y el temor a perder el control del proceso, aceleran los acontecimientos y del juntismo fidelista del año diez se llega a la declaración de la Independencia del año once.
La decisión de los criollos desde el 19 de abril fue convocar a sus pares, esto es a los capitulares de las demas provincias pertenecientes a la Capitanía General de Venezuela, invitarlos a que se unieran a la decisión del Cabildo de Caracas y respaldaran la declaración de la Junta Suprema. Sólo las provincias de Coro, Maracaibo y Guayana se mantuvieron fieles a la Regencia.
El llamado a elecciones para la instalación de un Congreso a reunirse en Caracas no contempla la incorporación de otros sectores de la sociedad en la dirección del proceso. El reglamento electoral es explícito al respecto. Las elecciones serían de segundo grado y sólo podría votar los varones libres mayores de 25 años que tuviesen domicilio fijo, casa abierta y poblada y fuesen propietarios por lo menos de 2.000 pesos en bienes muebles o raíces.
La composición del Congreso Constituyente es expresión de la voluntad política de los blancos criollos deconducir de manera hegemónica el movimiento. Hacendados, comerciantes, militares, clérigos, abogados, miembros inequívocos de las élites provinciales, fueron los diputados electos sobre quienes recayó la responsabilidad de sancionar la Independencia, discutir y aprobar la Constitución de la nueva República.
La oferta de los criollos
La Constitución de 1811 estableció como forma de Estado la Federación, sancionó la separación de poderes, fijó un sistema electoral censitario, consagró la libertad, la igualdad, el derecho a la propiedad y a la seguridad, eliminó los fueros y privilegios y proclamó el nacimiento de la República. Sin embargo, la aprobación de esta primera Carta Magna, no generó de manera inmediata un cambio en la sociedad ni en la manera de conducirse sus individuos.
Difícilmente quienes en la víspera de la Independencia habían vociferado contra la Real Cédula de Gracias al Sacar, quienes se asumían como ductores naturales del orden, quienes aspiraban capitalizar la decisión emancipadora y conducir el proceso hasta su culminación exitosa, podían estimar que, separados de España y sancionados los principios de la igualdad y la libertad, era prudente y conveniente incorporar como iguales a los pardos, ese colectivo altanero, belicoso y díscolo cuya natural configuración e inferior condición representaba el mayor peligro para el orden y el concierto de la sociedad.
En todas las provincias que se suman a la iniciativa de Caracas el control de la situación esta en manos de los blancos criollos, todos comparten un visiónjerarquica y excluyente, es esa la fórmula en la que han vivido desde que vinieron al mundo, son ellos los dueños de los esclavos, todos miran con reservas y distancia a las castas inferiores, ven con horror la infausta igualdad. En consecuencia, a la hora de echar a andar la independencia, reproducen esta misma actitud, única garantía de sostenerse como cabezas visibles y hegemónicas de la sociedad resultante.
La desigualdad no desaparece. Por decisión de la Junta, las milicias de pardos y negros debían mantenerse segregadas de las de los blancos; en los batallones de negros, los dos oficiales mayores debían ser blancos y la paga era diferenciada, los blancos ganarían mas que los pardos y negros. En el llamado a alistamiento militar, del 13 de julio de 1811 se mantenía la segregación: los blancos debían reunirse al frente de la Iglesia en la Plaza de la Trinidad, los pardos lo harían al este y los morenos al sur; los esclavos deberían mantenerse bajo las órdenes de sus amos, en sus casas, hasta que el gobierno lo ordenase.
Como medida de contención se aprobó la Ordenanza de los Llanos que establecía la persecución del abigeato y restringía la libre circulación de sus pobladores mediante el sistema de pases, fórmula de control solicitada desde hacía años por los propietarios blancos.
Por la prensa y en las proclamas y documentos oficiales, se descalificó a todos aquellos que se habían afiliado a la causa realista y no habían seguido el llamado de los mantuanos.
En la Gaceta de Caracas se les consideraba «prostituidos a lossatélites de la tiranía» y se criticaba que se hubiesen puesto bajo las órdenes de «los mismos que han devorado nuestra sustancia».
Bolívar en 1813 lamentaba que se hubiesen prestado a ser el instrumento de «los malvados españoles» y que no se acogieran a la protección de un Gobierno que sólo aspiraba trabajar por su bien. Mas tarde, en 1814 los acusaba por su «inconcebible demencia al tomar las armas para destruir a sus libertadores y restituirle el cetro a los tiranos», los llamaba «seres fanaticos cuya depravación de espíritu les hace amar las cadenas como los vínculos sociales».
Se intentó también el recurso de polarizar el conflicto como una guerra entre españoles y americanos. Los documentos oficiales al denunciar el absolutismo español y condenar el sometimiento al que habían sido objeto estos pueblos por parte de la Monarquía, no buscaba sino legitimar la decisión emancipadora como una justa causa de los americanos contra España.
La expresión mas radicalizada de este propósito polarizador fue llevada a cabo por Bolívar con su Decreto de Guerra a Muerte. En la proclama se planteaba la confrontación como una guerra de exterminio entre americanos y españoles. Los primeros asistidos por la justicia de su causa: la conquista de la libertad; los segundos, sin derecho a la vida por ser los únicos responsables de la desdicha y desgracias de los americanos.
Todavía en 1815, consumida la II República, Bolívar, como bien lo ha expuesto Pino Iturrieta en su «Nueva Lectura de la Carta de Jamaica», reiteraba el designio supremacistade los blancos criollos en la conducción del proceso, en virtud de su inevitable superioridad histórica.
La propuesta de los mantuanos no contempló la incorporación amplia y en igualdad de condiciones de otros actores sociales. El rechazo a la independencia y su escasa popularidad entre las castas y los colores no fue producto de la demencia inexplicable de unos sujetos empeñados en sostenerse bajo la opresión de sus enemigos, ni consecuencia de la campaña del clero realista contra los insurgentes; tampoco resultado inevitable del estado de ignorancia en que se encontraba la mayor parte de la población por culpa del sistema español.
La respuesta de los pardos
La ausencia de un respaldo mayoritario a la iniciativa emancipadora fue resultado directo de la falta de atractivo que tenía para las castas inferiores de la sociedad integrarse a un proyecto que en su definición, practicas y objetivos seguía siendo excluyente.
Las primeras protestas contra la independencia ocurren en Valencia y desde las provincias fieles a España se prepara la reacción fidelista. Funcionarios peninsulares, clérigos y españoles residentes en ultramar apoyados por pardos y negros constituyen la oposición a los mantuanos de la I República.
La agitación impone una respuesta armada y es el Marqués del Toro, síntesis de los valores jerarquicos del Antiguo Régimen, el jefe de las tropas que se dirigen a Coro a someter la disensión contra los designios mantuanos. No tiene el menor éxito.
Las fuerzas fidelistas se fortalecen en occidente y se dirigen haciael centro al mando de Domingo de Monteverde, oficial de la Real Marina de Guerra de España. El Congreso coloca la responsabilidad de defender la República en manos de Francisco de Miranda.
El exitoso avance de Monteverde se ve favorecido por una rebelión de negros que se proclaman fieles a Fernando VII y por el apoyo de la mayoría de la población que se mantiene leal al Monarca. El 24 de julio, Miranda capitula frente al jefe realista y fallece la I República.
Hasta aquí la guerra no ha adquirido proporciones dramaticas, apenas ha transcurrido un año de la declaración de la Independencia.
Como era de esperar, los derrotados intentan recuperar el control. Santiago Mariño invade por oriente y Bolívar con el auxilio de los neogranadinos lo hace por occidente.
Es en el marco de esta ofensiva republicana que los pardos, zambos, negros y mulatos se incorporan de manera significativa a la guerra para defender la causa del Rey y oponerse al proyecto de los criollos. El llamado a cerrar filas a favor de la República en contra del absolutismo español no ofrece ningún atractivo; mayor poder de convocatoria tiene el llamado de José Tomas Boves de irrumpir contra la aristocracia criolla, cabeza visible de la insurgencia contra el Rey.
La carencia de recursos impone la practica del saqueo, el botín de guerra a cambio de la prestación de servicios, las exacciones, el secuestro de los bienes y el acopio de provisiones como las únicas fuentes para sostener la guerra, ello unido a la exacerbación de las contradicciones sociales constituyenel fundamento de la popularidad del jefe realista. Son el incentivo para la acción, el estímulo para ingresar a un conflicto cuyo desenlace les depararía beneficios directos a quienes participaran en la contienda.
Lo que se produce no es una polarización política entre España y América sino una polarización social entre los excluidos del Antiguo Régimen y sus enemigos de siempre: los mantuanos.
Es sólo a partir de 1815 con la llegada de la Expedición Pacificadora de Morillo, en el marco del «viraje» que procura propiciar Bolívar luego del fracaso de la II República y como consecuencia de los acontecimientos ocurridos en España que las armas republicanas tendran mejores resultados.
El viraje de los blancos
A partir de 1816, luego de la evidente impopularidad de la independencia y derrotada de manera estruendosa la República, Bolívar con el propósito de revertir el proceso, intenta ofrecer algún tipo de satisfacción social a quienes se sumen a su causa. Esta se traduce en dos ofrecimientos: la libertad de los esclavos y el reparto de tierras a los soldados como pago de sus servicios a la causa patriota.
En 1816, en la Villa del Norte y en Carúpano ofrece libertar a los esclavos que se integren a los ejércitos republicanos. En 1817 se sanciona un reglamento cuyo propósito era normar la distribución de los bienes secuestrados y las tierras baldías entre las tropas. Se sustituye la figura anarquica del saqueo y el botín por una fórmula institucional que regulaba la entrega de los bienes a la soldadesca de acuerdo al gradomilitar.
Es esta misma fórmula la que había puesto en practica José Antonio Paez cuando ocupó el territorio del llano en 1816. Aislado y sin apoyo promete a sus llaneros la distribución entre ellos de todas las tierras que correspondiesen al Gobierno en el Apure.
La escasez de recursos para satisfacer las erogaciones que exigía la guerra y la imposibilidad de cancelar inmediatamente sus servicios a las tropas, obligó a que el reparto de tierras se hiciese a través de la figura de los vales, regularizada la situación se ejecutaría la distribución de tierras, tal como estaba previsto en el reglamento aprobado.
Sin embargo, el ofrecimiento de liberar los esclavos y la promesa de repartir tierra entre los soldados, no representa que hubiesen desaparecido las reservas frente a las castas inferiores y que se dejara pasar por alto cualquier intento que pudiese dar pie a un cambio en la dirección social del proceso.
Los argumentos esgrimidos por Bolívar al justificar la ejecución de Piar «…por proclamar los principios odiosos de la guerra de colores, instigar la guerra civil y convidar a la anarquía», no persiguen otra cosa que impedir cualquier tipo de iniciativa que colocase el conflicto en el terreno social, el cual, desde su óptica, se encontraba resuelto, tal como le expresa a los soldados en la misma proclama del 17 de octubre de 1817:
…¿Nuestras armas no han roto las cadenas de los esclavos? ¿La odiosa diferencia de clases y colores no ha sido abolida para siempre?¿Los bienes nacionales no se han mandado a repartir entre vosotros?¿No sois iguales, libres, independientes y honrados? ¿Podía Piar procuraros mayores bienes? No, no, no.
Si las demandas sociales habían sido solventadas, el problema era concluir la guerra, derrotar a España y consolidar a la República.
Sin embargo no son las promesas de Bolívar lo que determina el desenlace favorable de la independencia. El contingente de llaneros comandados por Paez, el ingreso de los oficiales britanicos, el reclutamiento forzoso como medio de aumentar las filas del ejército republicano y finalmente la respuesta española al conflicto de la independencia, contribuyen decididamente al revés de las fuerzas realistas.
La victoria de las armas republicanas
Este último aspecto va tener importantes repercusiones en la definición de la independencia. En primer lugar porque al igual que entre la aristocracia criolla causaba espanto la violencia y disolución social provocada por los métodos guerreros de Boves, entre los mismos españoles leales a la causa del Rey, era también motivo de preocupación y alarma. El Regente Heredia, en sus Memorias, la consideraba como una «insurrección de otra especie» y el Presbítero Llamozas en su Memorial al Rey estimaba prudente desarmar y licenciar a los pardos para evitar males irremediables.
El mismo Morillo a su llegada a Tierra Firme ve con estupefacción el estilo de guerra ejecutado por Boves así como la composición de las fuerzas reunidas por éste unos años antes. Desconoció ascensos, pretendió disciplinar y normar el funcionamiento de los ejércitos a su cargo, regularizó elsuministro de recursos para su sostenimiento, combatió el pillaje, pretendió evitar los saqueos y finalizando 1817, envió a España al capitan pardo Alejo Mirabal por ser enemigo de los blancos y por el mucho influjo que tenía sobre las gentes de color.
Si bien en 1820 en un fallido intento de nutrir sus tropas ofreció la nacionalidad española a las gentes de color que se uniesen a sus ejércitos, era poco probable que tal oferta movilizara el animo de las negritudes y los pardos a favor de los ejércitos del Rey.
Pero el episodio que termina por beneficiar a Bolívar y a las armas de la República es el estallido de la revolución liberal en la península y la firma del armisticio del año veinte. Los liberales españoles estimaban, equivocadamente, que todavía era posible una salida negociada con las provincias desafectas de ultramar en el marco de la Constitución liberal y de esa forma evitar la disolución del Imperio. Para Bolívar hacer las paces con España era simplemente impensable, pero el armisticio le permitiría reforzar sus posiciones para una embestida final en Venezuela, ya que la Nueva Granada se encontraba bajo control.
La coyuntura española pone en situación de desventaja a los ejércitos realistas de Tierra Firme, Morillo antes de su regreso a España en diciembre del mismo año 1820, había expuesto en numerosos informes el estado de abandono y precarias condiciones en que se encontraba el ejército expedicionario. El general Miguel de la Torre, al sustituir a Morillo, insiste sobre el tema, incluso ante la carencia deauxilios por parte de la península, llega a solicitar su relevo.
Cuando es roto el armisticio por las fuerzas republicanas y se produce el combate de Carabobo, la Torre solicita nuevamente auxilio a las Cortes, reclama la negligencia del gobierno frente a la situación americana, plantea el estado de desmoralización en el que se encuentra el ejército y pide algún tipo de apoyo para sostener la resistencia. No hay respuestas y los focos realistas que quedan en Maracaibo y Puerto Cabello se ven condenados al fracaso. Esto ocurría en 1823. Un año mas tarde se da el combate de Ayacucho que liquida las aspiraciones de España en América.
No es, pues, producto de un vuelco favorable masivo y popular a la causa de la independencia originada en las ofertas de Bolívar lo que determina la victoria de Carabobo sino nuevamente la crisis española, la dificultad de revertir un proceso cuya dinamica política y militar hacía muy cuesta arriba sostener la integridad de un imperio debilitado y en vías de extinción desde el mismo momento en que sucumbió frente a los ejércitos de Napoleón.
La sociedad resultante
Concluida la guerra de manera favorable a las armas de la República, se impuso ajustar la sociedad, controlar la disolución social, recuperar el orden, contener a los pardos, normar la igualdad, colocar linderos precisos a la libertad.
No fue abolida la esclavitud y el Congreso de Cúcuta en 1821 aprobó un régimen que contemplaba su «extinción gradual». El propósito de la medida era propender en un tiempo prudencial a que fuesen libres todoslos habitantes de Colombia sin que ello comprometiese la tranquilidad pública, ni vulnerase los derechos de los propietarios. En Venezuela el tiempo prudencial tomó treinta y tres años.
El reparto de tierras a los soldados fue aprobado por el Congreso de Cúcuta. En Venezuela se le otorgaron poderes especiales a José Antonio Paez para que ejecutase la medida.
Las tierras destinadas a tal fin no eran las mejores, ocurrió también que muchos soldados apremiados por la necesidad vendieron sus vales. Se denunciaba por la prensa de la época que los beneficiarios de la medida habían sido los altos oficiales del ejército. Antonio Briceño, representante de Venezuela en el Congreso colombiano, acusaba a Paez de ser uno de los peores especuladores, su fortuna escandalosa se debía al agiotage con los vales de sus propios soldados, denunciaba Briceño. En la Convención de Ocaña en 1828 se hacía nuevamente el mismo señalamiento respecto al fracaso del reparto y sus funestos resultados. No hubo pues un proceso de otorgamiento de tierras que convirtiera en pequeños propietarios a quienes participaron en la guerra.
Tampoco desapareció el sentimiento de reservas frente a las aspiraciones de ascenso social de los pardos y la necesidad de ejecutar medidas que los contuviesen. Bolívar en varias ocasiones hizo mención al peligro de la pardocracia, en su concepto «…la igualdad legal no es bastante por el espíritu que tiene el pueblo que quiere que haya igualdad absoluta, tanto en lo público como en lo doméstico; y después querra la pardocracia quees la inclinación natural y única, para exterminio después de la clase privilegiada». Esto lo decía en abril de 1825 en una carta a Santander.
En términos similares se expresaba Fernando de Peñalver, al año siguiente en su correspondencia con Daniel Florencio O’Leary al manifestarle el peligro que representaba la guerra de colores y la necesidad de restablecer el imperio de la ley para evitar la guerra civil.
La recomposición de la sociedad imponía una fórmula que mantuviese en su lugar a los pardos y que no diese como resultado la alteración del orden desigual de la sociedad. Era esa, definitivamente, la expectativa de quienes tenían a su cargo la dirección y organización del proceso que recién comenzaba.
Pero, ¿podía restablecerse en los mismos términos que existía antes del estallido de la guerra?
La respuesta a esta pregunta no admite un sí categórico.
Si bien no desaparece la desigualdad, no se modifica la estructura económica de la sociedad, no ocurre un cambio en las condiciones de vida de la mayoría de la población, no desaparece la esclavitud, ni se contempla beneficiar a las poblaciones aborígenes, no se transformó la composición social ni se desarrollaron nuevas formas de relación entre los diferentes grupos sociales, sí hubo un trastocamiento irreversible de los fundamentos de la sociedad de Antiguo Régimen.
El ordenamiento jerarquico sostenido en el honor y el linaje desaparece. Calidad, distinción, prerrogativas, títulos, herencia, dejan de ser los atributos que determinan la condición de principal en lasociedad; los cargos ya no se compran, adquieren, ni son transmisibles de manera hereditaria, desaparece la institución del mayorazgo, se eliminan todos los fueros y privilegios y se suprime de los registros de bautismo la calidad del individuo.
El nuevo orden fija premisas mas acordes con el transito al mundo moderno: la riqueza y la ilustración. Son ahora los poseedores de riquezas, los hombres ilustrados, los que se encargan de la dirección del proceso, aun cuando su procedencia no sea linajuda y no tengan manera de demostrar limpieza de sangre. La composición de la Sociedad Económica de Amigos del País es una buena demostración de ello. El sistema electoral censitario que mantiene al margen de la política a la mayoría de la población es el mecanismo que sostendra y garantizara el nuevo régimen.
Puede afirmarse, entonces, que el cambio fundamental ocurrió en el seno de las clases privilegiadas cuya composición se vio nutrida por comerciantes, profesionales, nuevos dueños de tierras y oficiales del ejército patriota a diferencia de la estructura mucho mas rígida y cerrada de la sociedad tradicional, a ello contribuyó también la disminución significativa de la aristocracia mantuana ya que muchos de sus integrantes murieron en la guerra o abandonaron el país.
A partir de 1830, este grupo de la sociedad, sin abandonar el principio excluyente de la desigualdad, sostenido ahora sobre la posesión de riquezas e inspirado en los principios del liberalismo, da inicio al lento proceso de edificar un Estado Liberal. El propósito escontener las tensiones sociales por la vía de la formulación de un proyecto nacional en el que se supone estan incluidos todos los habitantes de la nación.
Obtenidos con la Independencia los logros fundamentales, tal como afirmaba Bolívar en su proclama de 1817, de lo que se trata es de conciliar las diferencias, contribuir de manera colectiva a ejecutar el legado de los libertadores, construir una Nación digna del sacrificio realizado que cumpla con los preceptos y premisas del mundo moderno.
Vista en su dimensión social, la Independencia, definitivamente, dio lugar a un complejo proceso que desajustó los valores tradicionales, trastocó el sentido de las jerarquías y violentó la simetría de la sociedad como consecuencia de la intervención de las clases inferiores en el conflicto armado.
Su impacto, ya se dijo, no se materializó en un reordenamiento mas equitativo de la sociedad, sin embargo, las demandas por una efectiva igualdad de oportunidades y el rechazo a la practica excluyente de las élites presentes en un importante sector de nuestra sociedad es preciso incorporarlos como parte del legado de nuestra independencia al igual que las reservas y el malestar que despierta la actitud igualitaria del venezolano común y el temor frente a la insurgencia del populacho que persiste en nuestra sociedad.
Sólo así podremos empezar a valorar la dimensión social que tuvo la Independencia, ya que la confrontación y contradicciones sociales que puso en evidencia siguen siendo materia de agitación y perturbación entre nosotros.


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