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El judeo-espaÑol - historia de los sefardÍes - los sefardíes y la diáspora



EL JUDEO-ESPAÑOL



1. HISTORIA DE LOS SEFARDÍES

Las comunidades judías de la Península Ibérica, atestiguadas desde la época romana, alcanzaron su máximo esplendor desde el siglo XI hasta el siglo XIV.

Se concentraban en los núcleos urbanos organizados en aljamas (de Å·Ama'aÊ», «conjunto de personas») y se dedicaban principalmente al artesanado, al comercio, al crédito y a las profesiones liberales, ya que las leyes visigodas prohibían a los judíos dedicarse a otro tipo de ocupación.
A partir de mediados de siglo XIV empezaron los levantamientos antijudíos que llevaron a los asaltos a las aljamas, a las migraciones y a las conversiones forzadas, que reducieron notablemente esta población. Los que quedaron tuvieron que vivir separados de los cristianos y llevar una rodela de reconocimiento en el pecho. Independientemente de las prohibiciones de convivencia, el tipo de actividades a las que se dedicaban favoreció un cotidiano contacto lingüístico con el resto de la población. Por esta razón, entre los siglos XIII y XV se acentuó el proceso de integración lingüística.


El 31 de marzo de 1492 los Reyes Católicos promulgaron el Decreto de Expulsión que suponía la salida de la Corona de Castilla y de Aragón de todos los judíos que no habian abjurado de su fe.
Algunos judíos castellanos y leoneses emigraron, en un primer momento, a los vecinos reinos de Navarra y de Portugal, pero poco después fueron expulsados otra vez: de Portugal en 1496 y de Navarra, tras la anexión a Castilla, en 1515. Este fue el principio de la nueva diáspora que los llevó alos Países Bajos, al Norte de África y a Italia.



1.1 Los sefardíes y la diáspora

Durante los siglos XVI y XVII en los Países Bajos se establecieron judíos castellanos y portugueses que fundaron comunidades prósperas y cultas en las que organizaron su propio sistéma escolar y se empusieron en el emergente mercado editorial. Siguiendo manteniendo contactos con la Península, su lengua no se diferenciaba en nada de la originaria. El único rasgo que se destacaba en campo fonético era la tendencia al seseo, típico de las zonas meridionales de la Península. Debido a la mayoría demográfica de los portugueses y a la emigración de numerosos judíos de origen castellana hacia el Nuevo Mundo, se asistió a una progresiva desaparición del castellano. De hecho, los pocos elementos lingüísticos de origen peninsular que todavía se podían destacar al principio del siglo XX entre los sefardíes de Amsterdam (derivado de Sefarad, literalmente “occidente”, nombre con que los judíos aludían a la Península Íberica) se deben al portugués.

En Italia los judíos emigrados alcanzaron buenas posiciones, sobre todo en ámbito comercial y en las finanzas vaticanas, pero allí no consiguieron mantener su identidad lingüística: ya en el siglo XVII se había perdido casi totalmente el uso del español.

En el Imperio Otomano (que en aquel período se extendía desde la frontera austríaca hasta Egipto y desde Argelia hasta Irak) los sefardíes establecieron prósperas comunidades, sobre todo en la península balcánica. Allí, el importante papel que desempeñaron en la vida económica y cultural(con el monopolio de la imprenta), determinò la asimilación por parte de muchos judíos de otras procedencias a la lengua y a los ritos de los judíos españoles.

En las tierras de asientamiento del Mediterráneo Oriental los sefardíes se organizaron, al principio, de acuerdo con sus zonas de precedencia: fundaron sinagogas y supuestamente conservaron sus propias peculiaridades lingüísticas hasta la llegada, a lo largo de los siglos XVI y XVII, de nuevos grupos de judíos conversos. Así fue que la lengua de base castellano-meridional fue modelandose integrando elementos de otra procedencia (aragoneses, leoneses y de los vecinos turcos). Contrariamente a lo que ocurrió en otras áreas de recepción de los sefardíes peninsulares, no se produjo la asimilación lingüística sino una modalidad niveladora.
A partir de mediados del siglo XVII se cortaron las relaciones con la Península y disminuyeron los flujos de criptojudíos. El castellano, hasta ahora modelo de la lengua literaria, deja de serlo. El mundo sefardí empieza un período de mayor observancia ortodoxa, lo que conlleva a un deterioro de la actividad intelectual hebráica, agravada por la crisis económica del mundo otomano. Desde ahora se configura una nueva norma en la que los elementos hebráicos y turcos son cada vez más frecuentes. El español prerrenacentista de los autores del siglo anterior acabó siendo prácticamente incomprensibile a la mayoría de los sefardíes. A partir de este momentos podemos hablar del judeo-español como de una variedad claramente diferenciada del español de otras áreas lingüísticas.En esta época, dada la desmembración del Imperio Turco, se asistió a la roptura de la unidad entre las distintas comunidades sefardíes de Oriente, al ser cada vez más dificil la comunicación entre ellos. Sólo el teatro, la novela, y sobre todo el periodismo, escritos en judeo-español, se convirtieron en el principal medio de modernización, de difusión y de cohesión cultural entre los sefardíes.
A principios del siglo XX los judíos españoles en esa área geográfica eran alrededor de 471.900.
La inexistencia de una norma unitaria acentuó las diferencias dialectales y contribuyó a la aparición de valoraciones negativas hacia el judío español; de hecho las clases altas fueron abandonando progresivamente su uso, relegandolo a los ambientes populares y al estricto ámbito familiar.

Los judíos que emigraron al norte de África procedían, en su mayoría, de las zonas sur de la Península, y se agruparon en los núcleos urbanos principales. En esta área ya vivían comunidades de judíos arabizados, conocidos como toxabim, todos ellos de escaso nivel social y cultural.
Por este motivo, los recién llegados destacaron pronto en actividades comerciales y culturales.
Se organizaron en Santas Comunidades de los Expulsados de Castilla, reguladas por las leyes de sus aljamas de origen, escritas en castellano. Sin embargo, los contactos intensos entre las dos comunidades judías contribuyeron a la progresiva imposición del árabe como lengua de cultura, mientras que el castellano se conservó, más o menos arabizado, como lengua familiar, incluso entre los judíos toxabim.
A mediadosdel siglo XVII como consecuencia de los movimientos mesiánicos que se difundieron también entre los judíos del norte de África, se produjeron olas de persecuciones que llevaron a un período de decadencia de las comunidades sefardíes.
A partir del siglo XIX la intervención europea determinó la instauración de un protectorado marroquí y el descubrimento de la realidad sefardí africana por parte de los españoles y de la comunidad judía europea.
Por un lado todo eso dió lugar a la aparición de prensa sefardì en el norte de Marruecos y a la creación de escuelas, en cambio por otro lado se dió inicio al proceso de rehispanización de los sefardíes marroquíes.

Tras el dramático genocidio de la segunda Guerra Mundial y los movimientos migratorios de los sobrevivientes, los sefardíes perdieron la autonomía lingüística y cultural y tuvieron que integrarse a los paises de destino. Se redució drasticamente el número de hablantes de judeo-español, lo que determinò el principio de un proceso dificilmente reversibile. La mayoría de los sefardíes abandonaron definitivamente el judeo – español, adoptando la lengua del país de destino.
Hoy en día solo queda el conocimiento de las canciones, de los romances o de los refranes, pero se ha perdido el uso espontáneo de la lengua. Solo en algunas ciudades de Turquia (Estambul y Esmirna) existe aún población de habla judeo-española, pero se observa una clara tendencia al abandono lingüístico por parte de los sefardíes jóvenes.








2. LA LENGUA DE LOS SEFARDÍES

El judeoespañol suele ser denominado por sushablantes judezmo, español, espaniolit, sefardí o ladino. Este último término se refiere principalmente a la modalidad de la traducción de la Biblia al romance. En este ámbito, al igual que en la Edad Media, la importancia de fidelidad imponía no sólo la adopción de muchos hebraísmos sinctácticos y semánticos, sino sobre todo una total sumisión a la estructura del hebreo. Esto permitía no falsear el mensaje divino. Por consiguiente, esta modalidad bíblica se puede considerar como una lengua calco, sólo aparentemente castellana y es difícil comprenderla sin tener en cuenta la dependencia del texto original. En otras palabras, el judeo español de las versiones bíblicas es un lenguaje híbrido en que las palabras españolas se ajustan literalmente a las del texto hebreo calcando a su semántica, su fraseología y su sintaxis hasta resultar incomprensible para un hispanohablante que no conozca el original hebreo.
Por lo que concierne las otras denominaciones, lo único que hay que añadir es que el sefardí se reserva para caracterizar el grupo cultural y religioso y no sólo lingüístico. Modernamente se ha impuesto el uso del término judeoespañol.

2.1 Características lingüísticas

Cuando los sefardíes se fueron de la Península, el castellano había iniciado un profundo proceso de transformación. Debido al carácter heterogéneo de la procedencia de la población y a la ausencia de una norma culta unificadora, se configuraron modalidades diferenciadas en todos los planos lingüísticos.

Plano fónico

- Los textos del siglo XVI muestran una conservación de lasoposiciones de la sonoridad entre las sibilantes /s/: /z/ y /š/:/ž/.
- Desaparece la oposición entre fricativas y africadas.
- Entre los textos aljamiados1, las antiguas africadas dentales se rapresentan mediante sin o sámek.
- Sólo en algunas palabras se conserva la forma de la antigua africada, como por ejemplo dodze y derivados.
- La situación de seseo y de diferenciación de sonoridad entre las dentales ([páso, móso] frente a [káza, fazér]) y de oposición de sonoridad entre las fricativas palatales ([ mužér] frente a [šabón]) se mantuvo hasta el siglo XIX.
- El sistema de las sibilantes del judeoespañol entre los siglos XVI y principios de XIX se podría esquematizar de la siguiente manera:


/s/------------/z/
↓ ↓
/š/------------/ž/


- En el judeoespañol de Oriente, gracias a la incorporación de numerosos turquismos e italianismos apareció un fonema africado dental sonoro /z^/: [políz^a], mientras que los préstamos del rumano y del hebreo permitieron la difusión de un fonema africado dental sordo /Å/ : [Åadík].
- El sistema de las sibilantes de algunas áreas orientales se puede esquematizar de la siguiente manera:

/s/------------/z/
↓ ↓
/š/------------/ž/
↓↓
/Å/------------/z^/

- En Marruecos, sólo se ha conservado, en el ámbito de las fricativas predorsodentales, la oposición de sonoridad /s/ - /z/, mientras que las palatales [š]- [ž] han seguido la evolución del español peninsular hacia una fricativa velar sorda /x/ que ha confluido con la glotal [h] del árabe.
- En el siglo XVI, se observa una vacilación en la evolución de /F-/ que se alterna entre formas con conservación, aspiración y pérdida de consonante inicial.
- En el siglo XVIII, en las áreas orientales se impuso la pérdida de la aspiración (ormiga), mientras que en Bulgaria y Salónica hay una tendencia a la conservación de /F-/.
- Otro rasgo de los primeros textos del siglo XVI es el yeísmo. Pero, a diferencia del yeísmo peninsular o hispanoamericano, el judeoespañol, tanto en Oriente como en Marruecos, manifiesta los primeros ejemplos de desaparición de la consonante palatal en contacto con vocal anterior con alternancias del tipo aquelyos/ aqueos.
- La palatal central sólo se conserva en posición inicial de palabra (yamar) o entre vocales no anterior (mayoral).
- Otros rasgos de origen peninsular son la velar sonora ante el diptongo inicial /we/ : güerto y los casos de metátesis (presona) aunque se tiendan a generalizar y a extenderse a otras posiciones, así que la velar de güerto se extiende a toda la familia léxica (gortelano). También se generalizan las metátesis de /rd/: cuedra “cuerda”.
- Otras innovaciones consisten en: la generalización, a otras posiciones silábicas, de la velar sonore ante /we/: rugüeda“rueda”, jugüeves “jueves”, la generación de una vocal anterior inicial (elgüengo “luengo”) y la transformación de la consonante de refuerzo en una labial continua sorda cuando el diptongo /we/ aparece precedido de /s/: esfuegra “suegra”, esfueño “sueño”.
- La distinción entre las labiales sonoras interrupta /b/ y continua /v/ es también continuación de una diferenciación medieval, aunque modernamente su distribución en Oriente sea muy irregular según las zonas y no siempre se corresponda con la forma originaria (avlar, savido, recivo, boz).
- La confusión entre labiales y velares sonoras en contacto con vocal posterior (gomitar, agüelo, abujero, puerpo) tiene antecedentes hispanos. En Marruecos estas consonantes suelen desaparecer en contacto con diptongos velares antiuo “antiguo”, ueno “bueno”.
- A lo largo del siglo XV se impuso en la Península la vocalización de [b] implosiva, pero la evolución no se generalizó en el momento de la expulsión.
- La eventual palatalización de la sibilante sorda /s/ en contacto con la velar sorda /k/, sobre todo en textos aragoneses, se impuso como norma general entre los sefardíes (buxcar, pexcado, caxca).
- En algunas áreas, como Bosnia, hay una tendencia a la abertura de la vocal anterior del diptongo en conctacto con vibrante (puarta, piadra), fenómeno que se observa también en algunas antiguas variantes aragonesas.
- Como en zonas occidentales de la Península, en el judezmo de Bulgaria se observa la tendencia al cierre de la vocal final (cuexco, güertu). En los textos aljamiados no hay distinción gráfica entre /e/-/i/ oentre /o/- /u/.
- La sistemática desaparición de la oposición entre vibrantes, con una sola realización como vibrante simple en cualquier posición (roza, rodía, jaro) no tiene antecedentes peninsulares y es un rasgo que diferencia el judeoespañol de Oriente frente al de Marruecos.


Plano morfológico

En el plano morfológico y sintáctico se destacan sea arcaísmos como las formas de primera persona del presente so, estó, vo y do (rasgo típico del castellano del siglo XV) sea las terminaciones de imperfecto de la segunda y tercera conjugación en -iva (partiva, creíva, queriva) de origen aragonés que conviven con las formas castellanas (partía, creía, quería). A finales de siglo XIX el judeoespañol de Marruecos integró el antiguo locativo (soy, voy) en todas las terminaciones de las formas verbales: amoy, sigoy, cantoy. Por lo que respecta las segundas personas, en este periodo, se encuentran los primeros casos de alternancia entre eres y sos, por el singular, y entre sóis y sox por el plural. En el indefinido se observan analogías con formas como amas, amavas, amarás, que llevan la -s final, llegando al resultado de verbos como izites, parates, datesPor otra parte, en los indefinidos de segunda y tercera conjugación, se empieza a utilizar la -i para el singular e -imos para el plural (topí, pensí, truxí), con la consiguiente simplificación del sistema, porque se sebrepone así el uso del indefinido y del presente.
El participio y el gerundio se forman a menudo a partir del indefinido (tuvido- tuviendo, supido-supiendo) mientras en la construcción delfuturo se alternan las formas sincopadas y regularizadas (dirá, viendrá, tendrá-dezirá, venirá, tenirá).
El imperativo, como en el castellano renacentista, se caracteriza por la pérdida de la -d final, cuando no está acompañado por el pronombre personal (salí, tené, alevantá). El imperfecto de subjuntivo tiene un uso más restringido que en el español peninsular, y suele presentar la forma en -ra.
Junto a las formas simples, se destaca un uso frecuente de construcciones perifrásticas, algunas de ellas de estructura castellana (ir a + infinitivo o tener + participio), otras de origen francés (venir de), y otras en desuso en la península pero vivas en los romances orientales, en el aragonés y en el catalán como el verbo caler, usado con el infinitivo, participio o con que + subjuntivo.
Otros rasgos típicos del judeoespañol son el abundante uso del gerundio del verbo ser con valor causal o consecutivo, el uso de la forma átona -mos en vez del -nos castellano extendido también a las demás formas pronominales de primera y segunda persona plural (mozotros, vozotros) que se reducen a mozós y vozós. El pronombre átono vos tiende a mantenerse pero seguido de otro pronombre pierde la -s final ( vo lo do), mientras que el pronombre reflexivo se suele posponerse (non me se quemava). Por lo que respecta las formas tónicas, solo se usan mí y ti. En Oriente no se usan las formas compuestas con la preposición con (con mí), al contrario, en el Norte de Marruecos solo se usan éstas (conmigo, contigo).
Como forma de tratamiento se usa vós por la segunda persona y él y eyapor la tercera, formas todavía en uso en el castellano clásico.

Entre los interrogativos y relativos, cual y tal varían según el género y el número (el cual, la cuala y tala cosa, las talas mujeres). Lo cualo se usa como neutro por el exclamativo y el interrogativo, alternandose con loqué. Quen se queda invariado y se usa en las interrogativas, referido a personas.
Alguien y nadie no se suelen usar y en su lugar encontramos siempre alguno o ninguno/dinguno.

El masculino y el femenino de los elementos nominales se forman regularizando las terminaciones -o y -a, conforme a la tendencia aragonés, mientras que el diminutivo se forma principalemnte con la forma -ico/ -ica.


Plano léxico

Por lo que se refiere al plano lexical del sefardí, es importante señalar la convivencia de terminos romances con los de otras procedencias: se destacan numerosos arcaísmos castellanos (agora “ahora”, aldiquera “bolsillo”, ande “adonde”, bezo “labio”) junto con términos de otras lenguas peninsulares (aínda “todavía”, babajada “tontería”, caler “ser necesario”, palomba “paloma”). A partir del siglo XIX encontramos también muchos italianismos (avanti “adelante”, dubio “duda”, dunque “pues”, lavoro “trabajo”) y muchos galicismos (blesar “herir”, brochura “folleto”, jandarme “el policía”). También los hebraísmos, arabismos, balcanismos y turquismos son frecuentes (cavod “honor”, felec “cielo”, parás “dinero”) y dan lugar a numerosos términos híbridos (siqueozo “ansioso”, englenearse “divertirse”, desmazalado “desgraciado”), y sobre todo a creaciones léxicas de basehispana (fiestar “celebrar”, cansería “cansancio”, cayadez “silencio”, despacencia “impaciencia”).
En conclusión cabe decir que muchos de los terminos de la vida cotidiana se fueron perdiendo con el tiempo por causa del abandono del mundo rural. Al mismo tiempo se perdió un abundante repertorio lingüístico culto de transmisión escritaen relación a la modernización del vucabulario, consiguiente a la influencia del francés y del italiano.


3. CONCLUSIONES

En la actualidad, tras el genocidio, el éxodo a Israel o al Nuevo Mundo de los que sobrevivieron y su integración en las nuevas comunidades, el judeoespañol se ha debilitado profundamente. Casi todas las publicaciones periódicas de principios del siglo XX (como por ejemplo, La Boz de la Verdad de Edirne; El Tyempo de Estambul) han desaparecido. Aunque la emisora Kol Israel mantenga viva la voz de este pueblo, los hablantes van reduciéndose. Los jóvenes rara vez utilizan el judeoespañol en la comunicación entre ellos. El uso de esta modalidad lingüística se restringe al contacto con los mayores o al conocimiento de complas, canticas y consejas. La adquisición de una consciencia de unidad lingüística resulta difícil a causa de la disparidad de sistema gráficos para representar el judeoespañol (el que se propone desde España, que parte de la norma moderna del español; el usado en las comunidades turcas, que se basa en la ortografía del turco moderno; el que se aplica en Israel y en las zonas de la nueva emigración europea y americana, que parte de un sistema de tipo fonético.


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